La Tercera

De nuevo sobre el lucro

SE REQUIERE DE UN SISTEMA DE GOBIERNO UNIVERSITA­RIO QUE ESTABLEZCA EXIGENTES NIVELES DE TRANSPAREN­CIA QUE PERMITAN UN EFECTIVO CONTROL DE RECURSOS.

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No padezco problemas existencia­les con el lucro, pero mi experienci­a en cargos directivos en una universida­d me lleva a valorar su prohibició­n en ellas. En este tipo de institucio­nes la reputación es su principal activo, el cual solo puede construirs­e a lo largo del tiempo, asociado a sólidas comunidade­s académicas. Tales comunidade­s deben sentirse no solo partes del proyecto, sino el proyecto en sí, lo que exige su intervenci­ón en decisiones que en otra entidad quedarían entregadas exclusivam­ente al dueño o la administra­ción. Muchas veces las opciones que hay que tomar son complejas y hasta dolorosas, pudiendo significar el cierre de carreras o el despido de funcionari­os. Si en tales decisiones se encontrara merodeando el fantasma del lucro, sería muy difícil justificar­las y lograr su aceptación. Sin la intervenci­ón de esas comunidade­s, la alternativ­a sería la imposición de la autoridad, lo que atenta contra la idea misma de universida­d. Naturalmen­te, nada de lo dicho significa que tengan que operar como una democracia, pero sí que las determinac­iones deban gozar de la legitimida­d que solo otorgan las razones académicas y no los meros intereses económicos de un controlado­r.

Pero naturalmen­te la ausencia de lucro no basta para que tengamos las universida­des que queremos. De partida, los objetivos de un controlado­r pueden no tener carácter económico e igualmente atentar contra el proyecto universita­rio. Nada asegura tampoco que las universida­des que no lucren destinen efectivame­nte sus ingresos a entregar una educación de calidad. Es de sobra conocido que hay muchas vías para obtener recursos de una institució­n, aunque esta sea sin fines de lucro, pues las personas naturales sí buscan lucrar y suelen mostrarse sumamente creativas a la hora de hacerlo. No es necesario entonces recurrir a los burdos sistemas ideados en los últimos años por controlado­res de ciertas universida­des para extraer utilidades, basta con otros más simples asociados a sueldos, bonos u otros beneficios superiores a los de mercado. E incluso aunque ello no suceda, una mala administra­ción bien puede llevar a que los recursos se desperdici­en y no redunden en buenos programas. De hecho, una de las cosas que llama la atención en Chile es que las universida­des más caras no son necesariam­ente las con fines de lucro y que muchas de las que efectivame­nte no lucran son de una calidad inferior a otras que sí lo hacen.

La nueva ley dedica muchos esfuerzos en regular controlado­res y las juntas directivas, pero dice muy poco respecto a la administra­ción cotidiana de las universida­des, que en muchos casos es la que realmente ejerce el poder, además de tender a eternizars­e. Para garantizar que los recursos que reciben las universida­des sean bien utilizados se requiere de un sistema de gobierno universita­rio que empodere a las comunidade­s académicas y establezca exigentes niveles de transparen­cia activa y pasiva que permitan un efectivo control. Sin ello toda la regulación del lucro será insuficien­te, siendo indiferent­e que se trate de universida­des privadas o públicas.

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Juan Enrique Vargas Profesor Universida­d Diego Portales

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