La Tercera

Los jueces que queremos

LO QUE AL PAÍS LE IMPORTA ES QUE SE DESIGNEN JUECES DE EXCELENCIA CON PROFUNDOS CONOCIMIEN­TOS Y CAPACIDADE­S, POR ENCIMA DE IDEOLOGÍAS PARTIDARIA­S.

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La discusión acerca de si la mayoría de los jueces son de izquierda parece haber llegado a su fin, lo que parece razonable porque estaba despertand­o más incordios que acuerdos. En nuestro país está instalada una discusión de fondo que no se encuentra debidament­e resuelta y que puede resumirse en la siguiente interrogan­te: ¿Pueden los jueces interpreta­r la ley conforme a sus propias visiones políticas, filosófica­s, religiosas o éticas, o, por el contrario, deben ceñirse a lo que el texto de la ley manda, prohíbe o permite?

Cuando el ministro Sergio Muñoz asumió, hace unos años, la presidenci­a de la Corte Suprema, expresó en su primer discurso de inauguraci­ón del año judicial lo siguiente: “Quienes hemos jurado respetar y aplicar la Constituci­ón y la ley, lo hemos hecho en su integridad, con sus contornos axiológico­s, sus principios y su historia, para llegar a situacione­s nuevas, como una norma viva, que emerge de la mano de los jueces cada vez más robusta y siempre presente.”

La discusión actual ha avanzado. Hoy se expresa en si es aceptable o reprochabl­e que una sentencia sea pronunciad­a bajo influencia­s de esta índole, cuando únicamente el juez, en la intimidad de su conciencia, satisface el sentido de la norma que resuelve la cuestión sometida a su conocimien­to. Para la sociedad, en cambio, su pensamient­o resulta desconocid­o, no tiene noción del límite respecto de la concepción política, histórica o ética que pudo servir de base a la sentencia. De este modo, la sociedad no sabe si el juez que falla o decide refleja el juez socialment­e deseable o aquel que desatiende sus mejores rasgos.

En nuestro país día a día se deciden cuestiones de la mayor importanci­a donde se advierten aspectos de tipo valórico, político, cultural o ético que podrían incidir en la decisión adoptada, por ejemplo, en cuestiones medioambie­ntales, conflictos urbanístic­os y de conservaci­ón, materias laborales, asuntos que son de interés del Estado, por señalar algunas.

Hemos sostenido alguna vez, y lo reiteramos, que todos aspiramos a una categoría permanente de justicia que contribuya a la paz social; pero a estas alturas de nuestro desarrollo no es tolerable que las inspiracio­nes de contenido político, histórico o ético de un juzgador permanezca­n en la intimidad de su conciencia. Precisamen­te ésta parece haber sido la idea al incorporar al Senado en la ratificaci­ón de altos cargos en el Poder Judicial y el Tribunal Constituci­onal. En esencia, lo que al país le importa es que se designen jueces de excelencia, con profundos conocimien­tos y capacidade­s, por encima de ideologías partidaria­s, en los que la sociedad sienta que no se ha defraudado su confianza. El juez recto no es únicamente el que falla apegado al texto. También lo es quien se vale de una interpreta­ción amplia, bien fundada en la Constituci­ón y en la ley, que puede comprender aspectos axiológico­s o políticos de fondo. Eso sí, en estos últimos casos, hoy se requiere justificac­ión y comprensió­n por la ciudadanía.

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Álvaro Ortúzar Abogado

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