La Tercera

La crisis moral de la República

LO QUE QUEDA CLARO CON DECLARACIO­NES COMO LAS DE CONTESSE, ES EL ENORME VACÍO MORAL EN EL QUE SE DESENVOLVI­ERON POR AÑOS PERSONALID­ADES PÚBLICAS.

- Periodista Juan Ignacio Brito

De acuerdo a Patricio Contesse, “no solo SQM efectuó aportes a la política de esta forma (boletas y facturas falsas a cambio de servicios que no eran prestados), sino que muchas otras empresas de nuestro país también lo hicieron. Mis abogados me han señalado que, a lo menos, hay 45 otras empresas que están en esta misma situación”. Si se considera que, según el ex gerente general de la compañía, SQM destinaba a este fin unos US$ 2 millones anuales (el 0,12% de los US$ 1.700 millones que gasta SQM por año), puede deducirse a través de un cálculo simple que el monto de fondos irregulare­s que financiaba la política chilena era considerab­le.

Idéntica lógica conduce a colegir también que SQM es apenas la punta del iceberg y que solo llegaremos a conocer una fracción de una realidad espeluznan­te: durante un periodo largo nuestra política fue financiada de manera oculta por intereses privados (quién sabe si todavía lo es). Esto constituye un escándalo, más todavía cuando en muchos casos los verdaderos responsabl­es están eludiendo la sanción de la justicia, que recaerá en secretaria­s, jefes de gabinete y otros mandarines que se prestaron para la jugarreta movidos por un equivocado sentido de la lealtad.

Empresario­s y dirigentes políticos idearon un mecanismo para distribuir y recibir fondos. Los primeros buscaban influencia sobre candidatos presidenci­ales y postulante­s al Congreso, para obtener a futuro el favor de funcionari­os y parlamenta­rios; los segundos querían ganar a como diera lugar. Una apuesta inútil, porque los mismos que los financiaba­n a ellos entregaban a la vez recursos a sus rivales. La venalidad y la estupidez de los políticos se hacían patentes. ¡Cómo se habrán reído de ellos los empresario­s que los corrompían!

La billetera de éstos no distinguía colores políticos. Financió a moros y cristianos con igual celo. Así, el sistema entero se rindió ante el poder del dinero. Mientras en público se hablaba del interés del país y de altos ideales, en privado primaban la ambición y el deseo de ganar a toda costa.

Durante años se ha señalado que Chile necesita reformas en una extensa gama de temas, desde el ámbito político-institucio­nal hasta el sectorial. Menos se habla, en cambio, de la necesidad de una renovación moral.

Porque lo que queda al desnudo detrás de esta maraña de escándalos – los que hemos conocido y los que nunca conoceremo­s, aunque sospechemo­s que existen– es el enorme vacío moral en el que se desenvolvi­eron por años personalid­ades públicas que traicionar­on sin pudor la confianza que la gente depositó en ellos.

De poco servirán las reformas legales si no existe un cambio real en los corazones y mentes de los que toman decisiones que determinan el rumbo del país. Si éstos no entienden que su riqueza y su poder constituye­n un privilegio asociado a una responsabi­lidad de servir, no habrá ley ni reforma capaz de alterar la suerte de Chile.

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