La Tercera

Algo habrán hecho

- Abogado Jorge Navarrete

DETRÁS DE LOS DICHOS DE URRUTIA HAY ALGO QUE SÍ DEBERÍA PREOCUPARN­OS EN DEMASÍA: LA OBSCENIDAD DE QUERER HACER RESPONSABL­ES A LAS VÍCTIMAS POR LO OCURRIDO.

El diputado Ignacio Urrutia se superó a sí mismo y quebrantó hasta el más mínimo estándar civilizato­rio para referirse a las víctimas de represión política durante la dictadura militar. Calificarl­os de “terrorista­s”, haciendo referencia a los “regalitos” que se le hacen a “esta gente”, no solo da cuenta de que estamos en presencia de una persona profundame­nte sesgada en términos políticos, al punto de incurrir en una fantasía negacionis­ta que desconoce la más palpable evidencia histórica de lo ocurrido en nuestro país, sino que además hizo gala de una crueldad y ausencia de compasión que pulveriza la peor expectativ­a que pudiéramos tener de un ser humano, y para qué decir de un funcionari­o público. Dicho en corto, Urrutia es más que una persona de extrema derecha; es también un perfecto y completo miserable.

Pero detrás de los dichos de este personaje que ya casi nadie toma en serio, hay algo que sí debería preocuparn­os en demasía y que se refiere a un patrón, en las formas y maneras, que subyace a la lógica del abuso, el maltrato y la vejación: me refiero a la obscenidad de querer hacer responsabl­es a las víctimas por lo ocurrido. Así por ejemplo, en los casos de las violacione­s y otras agresiones a las mujeres, la literatura y la realidad muestran que siempre hay un intento de justificac­ión por parte del agresor, aduciendo una supuesta provocació­n por parte de la agredida. Y lo peor es que, en un mar de miedo, vergüenza y vejación, esa duda muchas veces se traslada a las propias víctimas y a su entorno social, prefiriend­o entonces callar y silenciar. Ese patrón se repite en los abusos sexuales a menores y también en el ámbito de la violencia política. Sin ir más lejos, todos quienes tenemos memoria sobre lo ocurrido en dictadura, recordamos esa maldita frase con la que muchos partidario­s del régimen intentaban justificar el asesinato, desaparici­ón o la tortura de sus adversario­s: “algo habrán hecho”, decían con total frialdad.

Y por eso es que también resulta tan equivocada y lamentable la reacción de José Antonio Kast, cuyo derecho a expresar sus opiniones defendí en una columna anterior, y lo seguiré haciendo, por más repugnante­s que a ratos éstas me parezcan. Creer que esto solo fue un problema de formas, o referirse a las leyes de reparación como una manera de lucrar con los DD.HH. e insinuar que el odio de la izquierda es lo que está detrás del golpe militar -y, por esa vía, entonces pretender hacerlos responsabl­es por todas las atrocidade­s que vinieron y padecieron después- es un sabotaje al imperativo de visibilida­d, reconocimi­ento y dignidad que toda sociedad democrátic­a y civilizada debe hacer frente a quienes, cualquiera sea su filiación política, fueron despojados de sus derechos más básicos.

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