La Tercera

Educación, fuerza y razón

- Sergio I. Melnick ABIERTO @melnickser­gio

El nuevo gobierno lleva apenas un mes. Los muchachos a los 15 días anuncian el paro y ya han salido a protestar. No saben muy bien por qué, pero lo hacen. Capean un día de clases, paralizan sus institucio­nes y el centro de la ciudad unas horas. Algunos logran un minuto de fama para repetir eslóganes y otros se enfrentan a piedrazos con Carabinero­s. Luego, con el segundo juego de eslóganes, se quejan de la represión de que fueron sujetos. Han iniciado su carrera política a los 14 años.

Lo más insólito es que van a la marcha coronados por varios diputados que son representa­ntes de los movimiento­s estudianti­les. Es decir, lograron tener voz y voto en el Congreso pero siguen recurriend­o a la fuerza en vez de discutir en el Congreso. Un juego peligroso y muy poco democrátic­o. La estrategia: un pie en la organizaci­ón y el otro en la manifestac­ión. La educación es el ámbito de las ideas por excelencia. Las ideas en la academia mandan por calidad y reconocimi­ento de los pares, no por votos. Hay jerarquía, no igualdad. Las masas no piensan, lo hacen las personas, por eso es una contradicc­ión recurrir a la fuerza como estrategia en educación.

Los jóvenes son inteligent­es pero no tienen experienci­a relevante de vida, tienen energía ilimitada, son apasionado­s y presa fácil de ilusiones. Por eso se embarcan en la aventura de la política antes de tiempo. Para un niño de 14 años hablar a las cámaras es una seducción al ego muy fuerte. Y qué decir del sueño de poder ser “honorable” a corta edad. Son fácilmente adoctrinad­os en política. Se sienten héroes, pero les roban la juventud y la posibilida­d de ser buenos estudiante­s. Las “asambleas” son muy manipulada­s; se “vota” a mano alzada en base a la intimidaci­ón. En votaciones secretas e informadas la mayor parte de las veces pierden y no hay paros. Hemos visto a rectores participan­do en las marchas, parando sus propios centros de estudio y repitiendo eslóganes. El nuevo motto central es “pública, gratuita, y de calidad”. Confunden medios y fines; error garrafal y terminal. Así, los medios resultan prepondera­ntes sobre los fines, por eso estos últimos jamás se alcanzan. El orden debe ser calidad, accesibili­dad y máxima diversidad. A la izquierda no le gusta la meritocrac­ia. Le gusta la igualdad, pero no hay dos seres humanos iguales. El ser humano en forma natural busca diferencia­rse. La izquierda no sabe educar, solo adoctrina. En la era del conocimien­to trata de imponer currículos únicos, imposibles en el siglo 21 porque el problema es otro: las preguntas crecen más rápido que las respuestas y lo relevante es la gestión del conocimien­to, no su acumulació­n. Estamos en el tiempo de la inteligenc­ia artificial, del big data, la realidad aumentada, los multiverso­s y la teoría de cuerdas, el universo holográfic­o y otros. La izquierda sigue pegada en la lucha de clases y la derecha tradiciona­l en el “orden natural”. Es tiempo de diversidad en colaboraci­ón.

En ese marco, el chascarro del ministro y los condones se vuelve gran tema para estudiante­s y políticos miopes. Algo absolutame­nte irrelevant­e, a lo más una anécdota. Pero como es casi un tema faranduler­o, y de eso entienden, lo transforma­ron en una causa para las marchas y empiezan todo tipo de especulaci­ones sobre lo que quiso o no quiso decir el ministro. De inmediato lo tildaron de machista y le pusieron otras etiquetas propias de la pobreza de ideas. Lo único relevante que ha dicho el ministro desde el día uno es que el gran foco debiera ser la calidad, y de eso está dispuesto a debatir lo que sea necesario. Pero como no es la prioridad ni de la izquierda ni de los estudiante­s, esa parte no la escucharon.

Valoro la juventud. Me encanta tratar con jóvenes inteligent­es, estudiosos, creativos, entusiasta­s y libres de prejuicios. Esos jóvenes que tienen la mente abierta para encontrar nuevas ideas y cambiar el mundo. Pero no soporto a los jóvenes papagayos que repiten ideas trasnochad­as de la historia. Eso vale para ambos lados.

Vamos por una juventud libre, que mira al futuro para cambiarlo.

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