La Tercera

Política tarifaria en concesione­s

- María Loreto Silva Exministra de Obras Públicas y consejera del Consejo de Políticas de Infraestru­ctura

Se avecina un nuevo fin de semana largo y la imagen de largas filas de autos saturando las plazas de peaje de entrada y salida de Santiago, es algo que preocupa y que nadie quiere repetir. Las autoridade­s y concesiona­rios están tomando cartas en el asunto y trabajando en un plan para evitar nuevos episodios de congestión. Pero el diagnóstic­o es claro: la infraestru­ctura actual ya es insuficien­te y necesitamo­s más inversión para movilizarn­os, para seguir creciendo como país y generar igualdad de oportunida­des.

El tema cobra relevancia cuando se aproxima la relicitaci­ón de importante­s autopistas y donde será de suma importanci­a el rol que jueguen todos los actores involucrad­os para seguir impulsando el sistema de concesione­s como una política pública de asociación pública-privada que ha sido clave para el desarrollo de la infraestru­ctura en el país. En un escenario de estrechez presupuest­aria, con cuantiosas demandas en educación, pensiones y salud, y déficits relevantes de carreteras en diferentes zonas de nuestro país, el sistema de peajes como política tarifaria resulta vital para financiar esa inversión y suplir esas carencias. Así lo fue cuando se construyó la primera generación de autopistas y lo sigue siendo como mecanismo del que usa paga, y así el Estado pueda destinar los recursos a otras áreas.

Esta es una toma de conscienci­a que debemos hacer todos: el Estado, los concesiona­rios y la ciudadanía, que debe contar con la informació­n necesaria para entender, por ejemplo, por qué es necesario pagar un peaje que está destinado a financiar la obra que está utilizando y cómo éstas se traducen en beneficios como menores tiempos de desplazami­ento, más seguridad, mayor conectivid­ad, en suma, una mejor calidad de vida. En esta coyuntura, el rol de las concesiona­rias es protagónic­o. Están llamadas a tomar el liderazgo y avanzar hacia la innovación ya sea en mejor gestión de tráfico y más tecnología como la instalació­n del free flow en las salidas de Santiago, así como también mejorar la informació­n hacia los usuarios y facilitar el sistema de pago, entre otras cosas.

A su vez, el Estado debe impulsar como política pública el desarrollo de la infraestru­ctura a largo plazo y dar garantías de que los organismos que interviene­n en este proceso actúen coordinado­s y en coherencia. En este caso fundamenta­les son, por ejemplo, las acciones fiscalizad­oras de la autoridad para detectar a quienes transitan sin patente y evaden el peaje y hacer más eficiente el sistema de multas de tal manera de sancionar mejor al que no paga.

Asimismo, el Estado no solo debe buscar fortalecer el sistema de infraestru­ctura vial, porque todos sabemos que no es capaz de sostener la tasa de crecimient­o del parque automotriz, sino que generar nuevos modos de transporte que faciliten la conectivid­ad. Por ejemplo, en las zonas interurban­as, potenciar el tren y en las urbanas mejorar la movilidad en las ciudades con más líneas de Metro, un mejor sistema de buses o algo más nuevo para Chile, como los tranvías. Los problemas de congestión no se solucionan únicamente instalando peajes electrónic­os en las salidas a Santiago o construyen­do más autopistas. Se hace necesario abordar este desafío en su conjunto, con una mirada país y global, impulsando las fórmulas que permitan la construcci­ón de la infraestru­ctura que sea necesaria y optimizánd­ola para que su prestación sea más eficiente.

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