RAZONES PARA MARCHAR
SEÑOR DIRECTOR
En Chile, estudiar gratis y esforzarse no aseguran una buena formación ni un puesto de trabajo. Aun con gratuidad, no hay una relación razonable en términos del trabajo y tiempo que se requiere para obtener un título y las remuneraciones a las que se puede acceder. Los datos hablan por sí solos: para 2017, según el INE, en Chile 76.000 jóvenes profesionales se encontraban cesantes; para el mismo año, 94.000 profesionales técnicos se encontraban en la misma situación.
De las personas que lograron encontrar trabajo, el 50% gana menos de $ 305.000 y siete de cada 10 trabajadores menos de $ 450.000 líquidos (solo el 15 % gana más de $ 750.000 líquidos); en el caso de las mujeres, el 84% que tienen un trabajo remunerado gana menos de $ 600.000 líquidos (Fundación Sol, 2018). En Chile, señala la Comisión Nacional de Productividad (2018), un tercio de los trabajadores están subcalificados o sobrecalificados respecto del nivel educacional requerido para su empleo, y la mitad trabaja en un área distinta a su campo de estudio. Un 61% de los trabajadores se emplea en ocupaciones con riesgo de ser automatizadas y un 24% en empleos con alto riesgo de ser afectado por el cambio tecnológico.
El sistema productivo y el educacional están desacoplados y mientras ello ocurra, la promesa de educación como motor de movilidad social solo será un bonito discurso. Una sociedad en donde el esfuerzo y las capacidades no son premiadas está en problemas. Razones para marchar hay de sobra. Tomás von Bischoffshausen Cientista político