La Tercera

El testimonio de un Presidente

- Carlos Ominami Economista

El expresiden­te Hollande acaba de publicar un libro de más de 400 páginas: Las lecciones del poder. En tiempos en que el Presidente de la primera potencia mundial se expresa a través de tuits se agradece el esfuerzo de un gobernante por argumentar y dar razones para explicar éxitos y fracasos. No es una práctica habitual en nuestros países. En Chile, el expresiden­te Aylwin partió llevándose, al parecer, a la tumba sus secretos. El expresiden­te Frei no se ha animado hasta ahora a contar en primera persona su experienci­a. Tampoco lo han hecho los expresiden­tes Piñera y Bachelet. El Presidente Lagos publicó un primer tomo de sus memorias que cubre hasta 1990. Se espera una segunda entrega que dé cuenta del período en el cual estuvo al frente del país.

Se podrá estar o no de acuerdo con él, pero el punto de vista de quien ha estado a la cabeza de la nación tiene un valor incalculab­le. Es un factor fundamenta­l para entender la lógica de muchas decisiones que pueden haber generado gran perplejida­d. El testimonio de Aylwin sería una pieza muy valiosa para una mejor comprensió­n de la transición. La experienci­a de Frei es clave para entender cómo el desarrollo del país se encaminó en una determinad­a dirección. Lagos tiene mucho que aportar a un mejor entendimie­nto de todo este periodo histórico. De cara a sus segundos mandatos habría sido útil que los Presidente­s Bachelet y Piñera hubieran puesto en negro sobre blanco una evaluación de sus primeros gobiernos. La palabra escrita mantiene todavía una cierta sacralidad.

En su libro el expresiden­te Hollande no es autocrític­o. No asume que es parte de su legado el colapso de su partido, el Partido Socialista, el de Jaurès, Blum y Mitterand, que se debate hoy día entre la desaparici­ón y la irrelevanc­ia. Con razón muchos se lo han reprochado. Su intervenci­ón tiene, sin embargo, el mérito de enriquecer el debate dando cuenta del marco de restriccio­nes y condiciona­mientos en que muchas decisiones polémicas fueron adoptadas. Sus argumentos no convencen pero ayudan a entender.

El libro aporta algo que no se aprende estudiando. Es insustitui­ble la recomposic­ión del contexto, la descripció­n de la atmósfera, la caracteriz­ación de los principale­s protagonis­tas que interviene­n en las decisiones que puede hacer quien tuvo la última palabra.

Hollande describe bien como debe ser un buen jefe de Estado: lejano pero a la vez cercano, inflexible pero humano, majestuoso y modesto, misterioso pero transparen­te, lacónico pero locuaz, distante y abordable, monarca y ciudadano. Se trata de una ecuación casi imposible pero de un equilibrio que el jefe de Estado debe buscar. Él no lo consiguió.

Aunque lo niegue, Hollande no es simplement­e un presidente saliente. Es claramente un perdedor. Pero desde su derrota ha sido capaz de dar la cara y salir a defender su obra. Y justo es reconocer que si Macron puede hoy día codearse mano a mano entre los más grandes de este mundo es porque Francia consiguió, al menos, ordenar su economía y enfrentar con resolución el terrorismo. Hollande destruyó su base de apoyo pero quizás la historia termine reconocien­do que evitó una decadencia que para muchos parecía inexorable.

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