El nacimiento de una centroderecha política
En la conformación de fuerzas de derecha y de centroderecha es posible discernir tres grupos. Un sector tradicional, que combina un énfasis en la economía liberal y conservadurismo moral. Un talante económico parecido es el que se observa en Evópoli; el signo moral, en cambio, es invertido: se aboga por una moral de talante liberal. Ambas derechas se unen en el liberalismo económico, discrepan en el liberalismo moral. Pero expresan las típicas notas destacables en cierta clase de liberalismo desde el siglo XIX en Europa: combinación de economía y moral. Con una diferencia: como en Chile no contamos con una burguesía lúcida de su papel cultural y con una mentalidad suficientemente transformadora e industrial, aquí economía terminó significando actividades extractivas y de servicios, y cultura, moral sexual.
Hay una tercera rama, donde los componentes “centro” y “derecha” no son simples añadidos retóricos, pues efectivamente comprende una pluralidad de cuatro vertientes: socialcristiana, nacional popular, liberal laica y liberal cristiana; además, dentro de una diversidad social efectiva.
Se caracteriza este tercer sector por tener distintas posiciones en economía y en asuntos culturales, pero, sobre todo por la capacidad de integrarlas en una visión que va deslindándose como específicamente política. Se reconoce, con matices relevantes, la importancia del mercado; se recogen diversas posiciones morales, que van desde el conservadurismo hasta el liberalismo. Pero, y esto es lo más relevante: existe una creciente claridad respecto a que los asuntos económicos y morales deben ser puestos en perspectiva política.
En la práctica, esto importa, por ejemplo, que cuando se habla del mercado se repara no solo en su eficiencia, sino también en su importancia política como factor de la distribución del poder social entre el Estado y la sociedad civil; en la relevancia de mantener dividido el poder al interior del mercado, evitándose los grandes oligopolios; en el significado de la innovación para la sofisticación de nuestra matriz productiva; en el papel que debe jugar un discurso que incentive a las juventudes a seguir no solo el camino universitario de disciplinas más especulativas, sino el de carreras técnicas y transformadoras de la realidad.
También quiere decir que, si los temas morales son importantes y la política debe ceñirse a cánones éticos, las disputas bizantinas sobre sexualidad pueden terminar empantanando al sector, al gobierno y al país, como lo hiciera durante el siglo XIX la famosa “cuestión del sacristán”. Que es menester, antes que simplemente hablar de moral, generar condiciones sociales para que los seres humanos puedan situarse efectivamente –en sus viviendas, en sus plazas, en ciudades más integradas a la naturaleza, en sus trabajos, en su esparcimiento– dentro de contextos que les permitan vivir vidas plenas de sentido.
Las dos derechas que se limitan a mezclar economicismo y moral sexual terminan siendo “de batalla”: sus posiciones las vuelven difícilmente aptas para entrar con moderación en la construcción de grandes acuerdos nacionales sobre temas y reformas centrales, todos los cuales son eminentemente políticos. Esas derechas tienden a quedarse encerradas, así, en sus discusiones particulares o en alegatos de cuña.
La centroderecha política que está emergiendo, en cambio, precisamente en la medida en que es política y puede poner en perspectiva histórica los temas y discernir lo que es central y lo que es asunto de nichos, está en mejores condiciones de entrar en una discusión fructífera con la izquierda y sectores de más al centro, y contribuir a la conformación de diálogos y acuerdos a gran escala sobre las reformas más importantes –territoriales, educativas, laborales– que viene necesitando con urgencia el país.
Esa centroderecha ha dado pasos importantes. A la organización de grupos socialcristianos debe agregarse cierta rearticulación de un pensamiento nacional popular; a la elaboración de documentos, se suma la incorporación de Renovación Nacional en la Internacional Demócrata de Centro (ex Internacional Demócrata Cristiana), hecho de amplias repercusiones, pues sitúa a la centroderecha más plural, social e ideológicamente con un pie en el medio mismo, si no del espectro, sí de la discusión fundamentalmente política en la que entrará el país en los próximos años.