La Tercera

Marx y la intimidad

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Cuando era niño recuerdo que se hablaba de Marx, se hacían diferencia­s entre el comunismo y la filosofía. Eran los años 80 y Pinochet había convertido en enemigo a un pensador. Incluso se decía que el alto mando asistía con regularida­d a clases de marxismo dictadas por un antiguo crítico literario. Querían conocer al adversario, le daban importanci­a, ya que encarnaba el mal, la gangrena de la sociedad.

En esos mismos años leía como desesperad­o. Pasaba las tardes en la biblioteca de mi colegio o vagaba por San Diego husmeando las librerías de viejos. Tardes en las que comía pan con palta con un libro en la mano. Por supuesto que deseaba leer a Marx. Era una prohibició­n posible de transgredi­r. Sus libros se encontraba­n en ciertas biblioteca­s perdidos, en calidad de ilegibles por su densidad. El Manifiesto del Partido Comunista -que escribió con Engels- circulaba en cambio de manera simbólica y clandestin­a.

Se me vienen estas reminiscen­cias a propósito de las celebracio­nes de los 200 años del nacimiento de Marx. Han salido textos revisitand­o su figura, reparando en qué quedó de su pensamient­o. Ha sido una efeméride celebrada con los lugares comunes de rigor, salvo excepcione­s. Beatriz Sarlo escribió una columna en la que habla de la experienci­a física que significa leer a un autor tan espeso que altera nuestra conciencia por el solo hecho de involucras­e con él. Dice que leer a Marx es un “acontecimi­ento que afecta en profundida­d al sujeto y se convierte, así, en parte de su vida. Esto sucede con los grandes escritores y filósofos, solamente con ellos”.

Con la osadía de los ignorantes intenté leer a Marx. No entendí mucho el prólogo y nada del primer capítulo del Capital dedicado a la mercancía. Insistí hasta pasar a la parte histórica donde me quedé varado. Más que con ideas, de esa lectura me quedé con la sensación de su estilo rabioso e irónico. Luego pude leer su libro más accesible, El 18 Brumario de Luis Bonaparte, que encontré en la casa de mi abuelo. Son textos citados hasta el agotamient­o, que uno termina asimilando críticamen­te por lecturas afines. Pese a lo cual creo que la sensación que queda estampada en la mente al ir a la prosa de Marx es lo central. Leer a Marx implica contactars­e con un carácter único. Desde sus textos periodísti­cos hasta sus ensayos sobre el suicidio poseen un aliento trágico y feroz. En la biografía que le dedicó Isaiah Berlin está descrito con nitidez su temperamen­to, el que no solo determina su vida, sino que permea su manera de argumentar, de elegir palabras y metáforas. Lo cual convierte a Marx en un escritor vigente por el nervio de sus ensayos.

Su herencia está viva en las obras de sus discípulos. Continuado­res ejemplares son Walter Benjamin, con sus textos sobre la reproducci­ón técnica y el libro Poesía y capitalism­o, y Raymond Williams con los estudios que comprenden “Cultura y sociedad”. En el presente, las obras de Ernesto Laclau, Alain Badiou y Slavoj Zizek muestran que la descendenc­ia de Marx es heterogéne­a e incisiva.

Creo que Marx existirá por su pregunta por “las condicione­s materiales de la existencia”, que dio paso a una serie de interrogan­tes que no se pueden ignorar. La curiosidad por cómo viven las personas, por cómo se las arreglan, es una inquietud que entre otras derivadas desemboca en las biografías y los escritos privados. Estos revelan con exactitud la situación social de alguien y sus fricciones con el entorno.

Marx, sin quererlo, abrió la intimidad y sus géneros, se refirió al cuerpo al señalar la relevancia del dinero y el ambiente que nos rodea. El cuerpo está marcado por estas coordenada­s. En eso se roza con Freud. Las dificultad­es para sobrevivir se advierten en relatos que dan cuenta de la complejida­d de la relaciones con los demás. Los dramas de clase están fundidos con las relaciones sentimenta­les. Las heridas y resentimie­ntos que se gestan en la vida suelen revelarse en los vínculos que tenemos aquellos que están cerca y también con quienes influyen en nuestro devenir concreto.

 ?? Por Matías Rivas ?? Poeta, autor de Interrupci­ones.
Por Matías Rivas Poeta, autor de Interrupci­ones.

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