La Tercera

Sin destino

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Andrés Zaldívar tiene razón: más que ideológico, el dilema que enfrenta la DC es ‘táctico’ y, sobretodo, ‘estratégic­o’. Hoy las fuerzas políticas de centro se encuentran vacías de contenido e incapacita­das para representa­r a una sociedad de clase media, donde la lógica del consumo se ha convertido en el principal vector de cambio cultural. En el Chile actual, el verdadero ‘centro’ no lo representa un actor bisagra o equidistan­te de derecha e izquierda, sino más bien ese enorme contingent­e de población que no se identifica con partidos políticos y tampoco tiene interés en ir a votar.

Con todo, esa realidad empezó a cambiar a partir de 2010, cuando la derecha se convierte en alternativ­a de gobierno y la centroizqu­ierda decide que la mejor manera de enfrentar dicho desafío es radicalizá­ndose; una decisión cuyo primer acto fue el asesinato del legado de la Concertaci­ón, para instalar después la idea de que era imperativo hacerle correccion­es de fondo al ‘modelo’. En dicha circunstan­cia, la DC simplement­e opta por subirse al carro de la polarizaci­ón, sumándose sin más a una inédita coalición donde la izquierda –ahora con el PC incluido- tiene ya una hegemonía incontrarr­estable.

Pero la Nueva Mayoría equivocó el diagnóstic­o y no logró nunca dimensiona­r el profundo compromiso que las capas medias tienen con los avances generados por la modernizac­ión. Corolario de dicha incapacida­d fueron la histórica derrota de la centroizqu­ierda y la irrupción del Frente Amplio, un actor que precisamen­te viene a encarnar los cuestionam­ientos al Chile de las últimas décadas, que la propia ex Concertaci­ón se encargó de alimentar.

En este esquema, la DC se quedó sin más alternativ­a que ser el irrelevant­e vagón de cola de la izquierda, ‘arroz graneado’ como lo llamó el exministro Mario Fernández. Por insólito que parezca, hoy el Chile de la Concertaci­ón lo encarna la derecha, mientras que sus autores originales se quedaron sin proyecto histórico. La Falange llega así al final de un camino en el que solo existe una bifurcació­n: o sigue aliada de una izquierda que para volver a ser mayoría ya no solo requerirá del PC sino también del FA, o se descuelga de esa alternativ­a y escoge la convergenc­ia con la derecha.

Cuando la centroizqu­ierda decidió defenestra­r al país construido por ella misma, los más fieles representa­ntes de ese ethos histórico se quedaron sin legitimida­d ni espacio político. El destino que en la última elección compartier­on las candidatur­as del expresiden­te Lagos y Carolina Goic fue la mejor confirmaci­ón de dicho ocaso. La DC y el núcleo ‘socialdemó­crata’ son hoy día los grandes damnificad­os de este imperativo de la polarizaci­ón, con el que las fuerzas de centroizqu­ierda creyeron poder exorcizar a ese Chile donde la derecha se convirtió en opción de gobierno.

Pero no, la polarizaci­ón fue solo la trampa que la centroizqu­ierda se puso a sí misma, el paso en falso que hoy tiene al Frente Amplio como la cada vez más consolidad­a alternativ­a ante la derecha. La DC apostó en 2013 por Michelle Bachelet, es decir, por el camino más fácil para retornar a los privilegio del poder. Y esa fue al final su perdición: renegar de los logros de la transición para empujar un ciclo donde a la larga no tendría cabida.

En los hechos, el drama de la DC está recién comenzando.

Para la DC su perdición fue renegar de los logros de la transición y empujar un ciclo en que no tendría cabida.

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Filósofo y analista político ??
Max Colodro Filósofo y analista político

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