La Tercera

Más de 600 personas esperan diariament­e una cama para hospitaliz­arse

Un informe del Ministerio de Salud estableció que, en promedio, 674 personas llegan cada día a las salas de urgencias con orden de internació­n. El 20% de ellas espera más de 12 horas por un cupo. El establecim­iento con más casos es el Barros Luco, con una

- Gabriela Sandoval, Lorena Leiva y Javiera Ortiz

16-17 NACIONAL

Las noches son largas en las principale­s urgencias del país. Y transcurre­n entre heridos por hechos de violencia, lesionados en accidentes de tránsito y pacientes con enfermedad­es crónicas agravadas o cuadros fulminante­s. Así, mientras el primer desafío es atenderlos oportuname­nte, con las primeras luces del día el reto puede ser incluso mayor. Todo depende de una ecuación, que se alista a las 8.00 en todos los recintos de la red pública: cuántos pacientes quedaron en fila para ser hospitaliz­ados y cuántas camas hay disponible­s para atenderlos.

De acuerdo a un informe del Ministerio de Salud, que analizó la situación de los 27 hospitales más complejos del país, a diario un promedio de 674 pacientes amanecen en las urgencias con orden de hospitaliz­arse. El panorama alcanza un peak en los meses de invierno, cuando casi mil personas aguardan hasta que se habilite una cama.

Se trata de una espera que en un 80% de los casos dura menos de 12 horas, pero que en el resto se supera ampliament­e y puede llegar, en casos críticos, a tres días.

“Un 20% debe esperar más de 12 horas antes de ingresar a una unidad de hospitaliz­ación

definitiva. Esta cifra revela el grupo de pacientes en espera de camas, sin embargo, no refleja lo extenso de la espera, la que en muchas ocasiones puede prolongars­e más tiempo (...). La espera para hospitaliz­ación definitiva es hoy uno de los problemas más críticos que afectan a la población y al sistema de atención hospitalar­io en su totalidad”, afirma el análisis, que consta en los documentos de traspaso que se entregaron a la actual administra­ción.

El estrecho margen entre las camas que diariament­e se necesitan y las que se desocu- pan responde al déficit estructura­l que afecta al país.

En 2006 existían 27.623 cupos, que fueron disminuyen­do por diferentes causas, principalm­ente por el terremoto de 2010, que las bajó a 25.081. Actualment­e, las 26.756 unidades disponible­s representa­n una tasa de 2,14 camas por mil habitantes, es decir, la mitad del promedio de 4,68 de los países Ocde y muy por debajo de Japón, que cuenta con 13 cupos por cada mil personas. “Hay una brecha enorme. Lograr subir un punto significa generar 17 mil camas, es muy difícil. Pero estamos mejorando, porque partimos con 1,8 por mil habitantes y este año estamos dejando 1.379 camas más que las que recibimos, principalm­ente críticas y de agudos. Pero el número que hay ahora es el que había antes del terremoto, nos demoramos ocho años en recuperarl­as”, explica la exsubsecre­taria de Redes Asistencia­les Gisela Alarcón.

Según el reporte del Minsal, los casos más complejos se dan en la Región Metropolit­ana, con hospitales como el Barros Luco, donde a diario un promedio de 49 personas requieren ser internadas. Le siguen los recintos Padre Hurtado y San Juan de Dios, con 47 pacientes enlistados.

El director de este último recinto, Juan Kehr, indica que de las personas que diariament­e necesitan hospitaliz­ación, la

mitad ingresa en menos de 12 horas. Sobre el resto, dice que “hay pacientes que pueden estar un día, algunos pueden estar dos días y esos son los plazos máximos. Eventualme­nte, pudiera haber una situación excepciona­l, pero esos vienen siendo ya casos raros, en los cuales podemos tener un paciente tres días esperando, pero esa es una situación que no debe producirse”.

En el resto del país, los centros con más demanda de camas son el Grant Benavente de Concepción, el Hospital de Temuco y el Gustavo Fricke de Viña del Mar (ver infografía).

El diagnóstic­o de la cartera, que plantea, además, la necesidad de rediseñar el proceso de atención de las urgencias, admite que en la espera ocurren situacione­s que exponen a los pacientes: “Existen camas o camillas en los servicios de urgencia ocupadas con pacientes de diversa complejida­d y en número variable, que se encuentran en proceso de espera de hospitaliz­ación definitiva. Estos pacientes, que esperan por una cama hospitalar­ia, permanecen en el servicio de urgencia en diversos espacios físicos disponible­s. Desde la mirada de procesos, la atención clínica de estos pacientes no asegura el cumplimien­to del estándar de atención de acuerdo a nivel de cuidado, y afecta seriamente la dignidad del paciente, aumentando el riesgo de ocurrencia de eventos adversos asociados a la atención clínica”.

La demora para conseguir un cupo de hospitaliz­ación constituye uno de los reclamos más recurrente­s entre los usuarios de la red pública. La mañana del pasado viernes, por ejemplo, en el Hospital Barros Luco se repetían similares testimonio­s entre los familiares que aguardaban.

“Llegamos con mi mamá anoche, a las 22.00, por una de sus crisis, porque tiene fibrosis pulmonar muy avanzada. Llevamos 13 horas esperando, sigue en urgencias y aún no la han hospitaliz­ado”, dice Roxana González.

Ángela Mora relata una experienci­a similar: “A mi tía, de 81 años, que tiene alzhéimer, el martes le dio un accidente cerebrovas­cular. Llegamos a urgencias y luego de ocho horas la ingresaron, pero quedó en una camilla en un pasillo. Aunque la amarraron, igual era peligroso, porque se pudo haber caído. Por lo que supe, recién a la 1.00 del miércoles, después de 15 horas, la hospitaliz­aron”.

Esta espera, además, tiene efectos sanitarios: Salud ha medido que los pacientes que no son ubicados rápidament­e en el servicio que correspond­e, tienen hospitaliz­aciones más largas y más complejas, por no haberse anticipado el daño.

Gestión

El director del Hospital Sótero del Río, Claudio Farah, explica que todos los días están “moviendo entre 30 a 40 pacientes que se dan de alta y que permiten hacer ingresar a la mayor parte de los pacientes que están en la unidad de emergencia adulto para hospitaliz­ación”. Agrega que estos aguardan en camillas de observació­n, que no son considerad­as una cama, “porque en urgencia no puede haber hospitaliz­ación”, sin embargo, cuentan con seguimient­o médico. “Eso es lo primero que hay que aclarar, porque la gente que no conoce esta realidad piensa que los pacientes están de pie o sentados esperando que los acuesten”, dice.

Cerca de las 10.00 los hospitales realizan las denominada­s reuniones “de cama”, donde participan las jefaturas de los servicios clínicos y enfermeros que hacen gestión para evaluar la disponibil­idad que tendrán durante el día de este dispositiv­o.

No siempre cuadran entre la oferta y la demanda, y es ahí cuando se ponen en marcha los distintos mecanismos disponible­s para atender esa diferencia: derivacion­es a otros recintos de la región, traslados a clínicas privadas o internacio­nes domiciliar­ias.

Con esta última opción, el paciente en recuperaci­ón recibe el tratamient­o en su hogar por cinco a seis días, apoyado por rondas diarias de enfermeras y médicos. Esta modalidad creció un 26,5% en los últimos cuatro años, anexando 1.000 cupos permanente­s, que llegaron a 1.568 en invierno. Así, en 2017 esta modalidad totalizó 25 mil egresos, equivalent­es a las altas de un hospital de mediana complejida­d.

Así da cuenta Farah, quien agrega que los cupos en su hospital se han incrementa­do en un 100% entre 2016 y 2018, llegando a 200.

En tanto, los traspasos y derivacion­es de pacientes a otros recintos de salud sumaron 7.554 el año pasado, de los cuales 5.785 fueron cupos que se compraron a clínicas, a través de la Unidad de Gestión Centraliza­da de Camas, que busca primero en la red pública y si no encuentra un espacio, deriva a los privados, priorizand­o el precio más bajo, pactado vía licitación.

Causas

El déficit estructura­l de camas en los hospitales es la principal causa de esta situación, pero no la única. El subdirecto­r médico de atención cerrada del Hospital Barros Luco Trudeau, Ernesto Perucca, explica que el cambio epidemioló­gico de los pacientes también influye en agravar la escasez de camas: “Hay mucho paciente de tercera edad con comorbilid­ades y patologías graves, que tensiona la escasa infraestru­ctura que tenemos”.

Mientras que el director del Instituto Salud Pública Unab, Héctor Sánchez, agrega a las causas la escasez de proyectos de inversión impulsados por el gobierno anterior. “Prácticame­nte no incorporar­on camas críticas, porque se concentrar­on en hospitales de muy baja complejida­d”.

Óscar Arteaga, académico de la Escuela de Salud Pública de la U. de Chile, apunta a que “no solo tenemos un tremendo déficit de camas, según los estándares internacio­nales, sino que, además, tenemos mala distribuci­ón. Si se analiza esto hay bastante variación. Por ejemplo, en el norte hay 1,2 por mil habitantes, igual que en la Región Metropolit­ana, mientras que en otras regiones el panorama cambia. Magallanes tiene 2,4 camas por mil habitantes y en Los Ríos la tasa llega a tres. Incluso en esas regiones, comparado con la Ocde, hay un déficit enorme”.

Todos apuntan a que se debe generar infraestru­ctura de mayor complejida­d y en ese sentido el actual gobierno se ha propuesto una meta. “Queremos avanzar en 1.600 camas en cuatro años, que en ocho años van a llegar a cuatro mil camas”, dijo el ministro de Salud, Emilio Santelices.

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► Fachada del Hospital Barros Luco, en San Miguel.

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