La Tercera

El escorpión presidenci­al

- Por Carlos Correa Bau Ingeniero Civil Industrial, MBA.

Al final, el Presidente Piñera cedió. Pero acorde a su personalid­ad, decidió comunicarl­o él mismo y después de citar al hermano cuasiembaj­ador a su domicilio. No lo sabremos hasta cuatro años más, cuando se hagan públicos los estudios estratégic­os que confeccion­a La Moneda, pero es muy probable que lo más importante en su decisión de bajarse de su tozudez fueron las encuestas y focus realizados. A diferencia de sus antecesore­s, Piñera es un conocido adicto a las encuestas, toma decisiones en función de los datos que lee y no sale a la calle a que le armen escenarios con partidario­s que le griten que las encuestas son falsas. El estudio que puede haber estado en el escritorio presidenci­al debió haber sido claro. Este episodio, a diferencia de los yerros de sus ministros, sí afectaba su popularida­d, pues instala el peligroso concepto de que la derecha llegó al poder para dar oportunida­des no a todos, como decían sus campañas, sino estrictame­nte a los suyos. No fue entonces la señal del contralor de alargar su veredicto, las señales jurídicas que indicaban que la oposición tenía; por primera vez, un caso bien armado o los evidentes quiebres dentro de su coalición lo que lo hizo claudicar. Prueba que aún el viernes seguía la tozudez fue la decisión de La Moneda de ir contra los abogados que redactaron el escrito.

Hasta el episodio del embajador en la hermana República Argentina, el gobierno tenía pleno control de la agenda y su relato marchaba a buen paso. Las comisiones armadas en La Moneda habían logrado quebrar a la oposición y dar la señal clara de buscar la unidad nacional que tanto menciona el Presidente en sus discursos. Algunos errores en la instalació­n del gobierno no afectaban mayormente el curso de los hechos. Una tímida pero sostenida recuperaci­ón económica permitía sostener el discurso de que el gobierno había llegado a enderezar las cosas, e incluso las diferencia­s en el déficit fiscal, que nunca explicaron bien los ministros salientes del gobierno anterior, ayudaban al relato de que llegaron los que saben ordenar la caja financiera.

Pero todo episodio del Primer Hermano muestra que el Presidente no ha cambiado en su concepción original y que sigue prefiriend­o hacer las cosas a su modo. El Piñera que manda a cuatro ministros que lo habían hecho bien hasta ahora a levantar definicion­es propias y curiosas del nepotismo o de las relaciones internacio­nales para defender a su hermano, es el mismo que en el gobierno anterior hizo pararse como estatua a su ministro de Educación y en cadena nacional desahució el acuerdo que habría evitado buena parte de las manifestac­iones del 2011.

El Presidente que, pocas horas después de defender en una entrevista la valía como embajador de su hermano, lo baja es el mismo que años atrás liquidó telefónica­mente un proyecto energético que su propio gobierno había aprobado, por temor a caer en las encuestas.

Como la clásica fábula de la rana y el escorpión, hay cosas que el Mandatario no podrá dejar de hacer nunca, porque van contra su naturaleza. En aguas favorables como las que tenía hasta ahora, no puede contener su compulsión de picar a la rana. La idea que han buscado instalar sus cercanos en conversaci­ones con los medios, respecto de que Piñera aprendió y que ha cambiado, no se sostiene a la luz de los hechos. La tarea ahora de sus asesores tendrá que ser cómo ocupar el aguijón presidenci­al como fortaleza y no como riesgo.

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