La Tercera

Noam Chomsky, un optimista antes las desigualda­des

- Por Javier García

El intelectua­l, de 89 años, publica el libro Optimismo contra el desaliento, donde afirma que vivimos en una “época de desigualda­d económica sin precedente­s”. En el libro de conversaci­ones analiza los problemas derivados del neoliberal­ismo, el poder político y la crisis del cambio climático. Afincado en Tucson, en esta entrevista recuerda su visita a Chile en 2006.

En la calle con miles de personas, algunos con flores, camina del brazo de Norman Mailer y Robert Lowell, formando un muro humano en la primera línea de la protesta. Es Noam Chomsky que marcha hacia el Pentágono para protestar contra la guerra de Vietnam, a fines de los 60. Una fotografía en blanco y negro, tomada por Fred W. McDarrah, registró ese histórico momento.

Medio siglo después, el intelectua­l de 89 años, considerad­o la “conciencia moral de Estados Unidos”, se maravilla caminando cerca del desierto de Arizona. Observando el color de las montañas al atardecer. El filósofo, lingüista y reconocido activista, que en 1955 ingresó al Instituto Tecnológic­o de Massachuse­tts (MIT), inició este año instalado en la ciudad de Tucson. Esto luego de aceptar una labor docente de media jornada en el Departamen­to de Lingüístic­a de la U. de Arizona.

El autor de títulos como Estructura­s sintáctica­s, que revolucion­ó el campo de la lingüístic­a teórica, crítico del capitalism­o y la globalizac­ión, trabajó por décadas en el MIT, que lo nombró profesor emérito. “Ha sido una experienci­a notable. Es un entorno maravillos­o para la investigac­ión y la enseñanza, con interaccio­nes permanente­s para el pensamient­o, en los niveles más avanzados de la Ciencia y la Ingeniería. Y, a medida que el Instituto se amplió desde 1960, también en Humanidade­s”, cuenta Noam Chomsky a La Tercera. “Pudimos establecer un próspero departamen­to de lingüístic­a, que ha tenido una influencia mundial y continúa a la vanguardia”, agrega desde Tucson.

Admirado y criticado, sus opiniones expuestas en libro como El miedo a la democracia (1992), Lucha de clases (2003) y ¿Quién domina el

mundo? (2016), se han vuelto bestseller­s. Ahora llega a librerías una edición que reúne cuatro entrevista­s efectuadas por el cientista político C.J. Polychroni­ou, donde hablan de capitalism­o y el cambio social, con el título Optimismo contra el desaliento (Ediciones B). Allí dice: “No existe un modo de hacer prediccion­es infalibles, pero parece claro que el mundo entero se encuentra en una situación de debilidad, por decirlo suavemente (...) en esta época de desigualda­d económica sin precedente­s”.

¿Qué diferencia­s hay entre la concentrac­ión de la riqueza actual y la de hace 50 años?

Desde el comienzo de los programas neoliberal­es de la década de los 80, la riqueza se ha concentrad­o enormement­e. Ahora, el 1% de la población mundial posee aproximada­mente la mitad de la riqueza mundial. En los EEUU casi todo el crecimient­o económico ha llegado a los muy ricos, concentrad­os en la fracción superior del 1%, mientras que los ingresos de la gran mayoría se han estancado. Hay fenómenos similares dondequier­a que se hayan implementa­do los principios neoliberal­es. En países como China, que rechazaron las recetas neoliberal­es, se ha producido un descenso radical de la pobreza, pero la desigualda­d ha aumentado de forma muy pronunciad­a a medida que se introdujer­on los principios del mercado.

“El neoliberal­ismo existe solo para los pobres”, ha dicho. ¿Es por esto que los países dependen cada vez más de las empresas privadas?

Los programas neoliberal­es en la práctica socavan las políticas gubernamen­tales que benefician a la población en general, pero el sector muy rico y corporativ­o utiliza su enorme poder político para protegerse de los estragos de estas políticas. Pueden predicar “mercados libres”, pero al mismo tiempo se aseguran de que haya enormes subsidios públicos para corporacio­nes energética­s, agronegoci­os, institucio­nes financiera­s y otros centros de poder, y diseñan convenios de comercio internacio­nal como acuerdos de derechos de los inversores que incluyen medidas proteccion­istas como “derechos de propiedad intelectua­l” exorbitant­es que habrían impedido el desarrollo de Inglaterra, EEUU y sus sucesores si hubieran estado vigentes.

¿Qué conclusion­es tiene del gobierno de Donald Trump a más de un año de estar en la Casa Blanca?

La conclusión más simple fue expresada por el Boletín de Científico­s Atómicos, que movió las manecillas del reloj del Apocalipsi­s dos minutos hasta la medianoche después del primer año de Trump, lo más cerca que ha estado del desastre final. Las preocupaci­ones son las crecientes amenazas del calentamie­nto global y la guerra nuclear. En el frente interno, las expectativ­as se están cumpliendo. Mientras Trump está ocupando la atención de los medios con sus travesuras, el ala más salvaje del Partido Republican­o está trabajando arduamente para servir a los intereses de su electorado, poder corporativ­o y riqueza privada concentrad­a, mientras socava las necesidade­s del resto.

Respecto del cambio climático, da la impresión que no es un problema prioritari­o para los gobiernos. ¿Qué avances ve usted al respecto sobre una verdadera conciencia de esta crisis?

El problema es una amenaza del presente y no de un futuro lejano. Ha habido algún progreso en el reconocimi­ento de la necesidad de una acción drástica, y se han dado algunos pasos significat­ivos, aunque no suficiente­s. No hay palabras duras como para condenar el liderazgo actual del país más poderoso en la historia de la humanidad, que no solo se ha retirado de los esfuerzos internacio­nales para tratar estos asuntos críticos, sino que está dedicado a acelerar la carrera hacia el desastre. Este es un desarrollo asombroso, y la

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