La Tercera

La cultura de la libertad

QUIENES SE DICEN PROGRESIST­AS Y NO CONDENAN LAS DICTADURAS DE AMÉRICA LATINA, EN LOS HECHOS OPTAN POR LA TRIBU: SI EL DICTADOR ES AMIGO, ESO ES LO ÚNICO QUE IMPORTA.

- Sergio Muñoz Riveros Analista político

En su libro “La llamada de la tribu”, Mario Vargas Llosa dice: “El liberalism­o es una doctrina que no tiene respuestas para todo, como pretende el marxismo, y admite en su seno la divergenci­a y la crítica, a partir de un cuerpo pequeño pero inequívoco de conviccion­es. Por ejemplo, que la libertad es el valor supremo y que ella no es divisible y fragmentar­ia, que es una sola y debe manifestar­se en todos los dominios –el económico, el político, el social, el cultural –en una sociedad genuinamen­te democrátic­a”.

¿Qué es la tribu para Vargas Llosa? Todo aquello que discrimina, divide y enfrenta a los seres humanos, y que se manifiesta en el nacionalis­mo, el racismo, la discrimina­ción, la creencia en razas, naciones y religiones superiores. Podemos deducir, pues, que el espíritu tribal se manifiesta en las variadas formas de sectarismo y, desde luego, en la ponzoñosa dicotomía amigo/enemigo.

Al presentar su libro en Santiago, Vargas Llosa sostuvo que las concepcion­es liberales son, en este tiempo, el sustrato de los avances habidos en la valoración de los DD.HH., la libertad de expresión, los derechos de las minorías sexuales, religiosas y políticas, la defensa del medio ambiente, la participac­ión ciudadana. Todo ello es ajeno, por cierto, a cualquier tipo de utopismo. Alertó, al mismo tiempo, sobre las visiones fundamenta­listas que se manifiesta­n dentro del liberalism­o, que exaltan la idea de que el libre mercado es el principio ordenador de la sociedad. A los chilenos nos consta que no es así: en nuestro país hubo economía de mercado con dictadura. Por ello, es esencial articular la libertad de los mercados con la libertad de las personas, y ciertament­e con la lucha por la igualdad de oportunida­des. Es la tarea del Estado democrátic­o.

Respecto de la cultura de la libertad ha habido trágicas incomprens­iones en América Latina. Expresión de ello fue el desprecio, en los años 60 y 70, de lo que la izquierda llamaba “democracia burguesa”, o sea, la de las garantías individual­es, las libertades públicas, la división de poderes, el pluralismo de partidos, etc. En síntesis, la democracia liberal. Ese fue el origen de los desvaríos por alcanzar una sociedad supuestame­nte superior, que iba a establecer la igualdad definitiva. El balance es conocido.

Vargas Llosa no estuvo dispuesto, como le pidieron en un encuentro, a elegir la alternativ­a “menos mala” entre la Cuba castrista, la Venezuela chavista o el Chile de Pinochet. Y afirmó: “Todas las dictaduras son malas, peligrosas e inaceptabl­es”. Esto no quiere decir que no haya diferencia­s entre las dictaduras, por ejemplo las diversas coartadas que levantan para justificar­se, pero tienen un denominado­r común: el secuestro de las institucio­nes y el avasallami­ento de los seres humanos.

Quienes se dicen progresist­as y no condenan las dictaduras que quedan en América Latina, en los hechos optan por la tribu: si el dictador es amigo, eso es lo único que importa.

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