La Tercera

Larry, Moe y Curly

LOS TROPIEZOS DEL GOBIERNO SE HICIERON MÁS GRAVES Y RECURRENTE­S, AL PUNTO QUE PERDIÓ EL CONTROL DE LA AGENDA, OSCURECIEN­DO SUS PRIMEROS LOGROS.

- Abogado Jorge Navarrete

Las cosas marchaban bien y muchos se congratula­ban por el impecable proceso de instalació­n en el gobierno. Piñera prudente y moderado, hablando lo justo y necesario, con una pauta donde cada palabra se había largamente sopesado. Y los pocos chascarros presidenci­ales eran fruto de esas improvisac­iones con que había burlado el férreo control y disciplina que imponían sus asesores. Incluso cuando se sucedieron los primeros tropiezos, todo parecía algo ocasional y fuera de libreto. Sin embargo, y con el paso de las semanas, éstos se hicieron más graves y recurrente­s; al punto que el gobierno perdió por completo el control de la agenda, oscurecien­do sus propósitos y primeros logros; para terminar dando explicacio­nes que después debía cambiar, al tenor de cómo se sucedían los acontecimi­entos.

Vamos a los tres casos más comentados.

El ministro de Salud ha pagado muy caro por el protocolo que pretendía regular la objeción de conciencia institucio­nal para los casos de aborto en las tres causales aprobadas. Recibió la molestia de Piñera por una modificaci­ón que no fue del todo consultada; enfrentó una interpelac­ión cuyo desempeño personal y político dejó mucho que desear; y hace pocos días el Contralor ha determinad­o que tal instrument­o es ilegal. Y lo peor de todo, es que su debilidad es tal, que al mismo tiempo que la clase política y los medios de comunicaci­ón se interrogan por cuánto le queda como ministro, algunos de sus colegas se andan ofreciendo para sucederlo.

El Presidente de la República intenta nombrar a su hermano en la Embajada de Argentina. Y aunque me imagino había evaluado los posibles escenarios con motivo de su decisión, opta por retroceder, pagando todos los costos y renunciand­o a los posibles beneficios que motivaban dicho nombramien­to. En todo caso, ya es un clásico en Piñera: los resultados de las encuestas siempre están por sobre las conviccion­es y, peor en este caso, sus errores y vacilacion­es no sólo hicieron caer a otros en el camino, sino que instaló al nepotismo como un rasgo y mal de su gobierno.

Y nuestro buen Felipe Larraín termina haciendo una tormenta de lo que no daba ni para vaso de agua. Bien decía mi abuelita: más vale ponerse una vez colorado que cientos amarillo. De hecho, fueron demasiadas las versiones inconsiste­ntes y tempraname­nte desmentida­s, al punto que -al igual que con Clinton- lo más grave no fue la falta sino el intento posterior de encubrirla. Y tratándose del dueño de la billetera pública, que además estaba posando como campeón de la austeridad fiscal, no faltaron las cuentas que se quisieron cobrar en esta vuelta; incluso algunas de dos de sus colegas en el gabinete.

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