La Tercera

Sobre Harvard y otros líos

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Aveces pareciera que la actual administra­ción se esfuerza por engrosar la lista de errores no forzados. Los hay de todo tipo y a todo nivel: desde el Presidente designando embajador a su hermano hasta la subsecreta­ria que organiza sesiones de belleza para sus colaborado­ras.

¿No es factible organizars­e mejor? ¿No existirá un sistema de alerta temprana para “metidas de pata”? ¿Será posible inyectar una dosis de criterio y sentido común a nuestras nuevas autoridade­s?

Una vez me contaron que en la gestión Piñera 1 el entonces y actual ministro de Hacienda moría por figurar alguna vez como vicepresid­ente de la República. Como es ampliament­e sabido, se trata de un cargo de lo más simbólico, pero era el sueño de don Felipe y lo consiguió en febrero de 2014.

A nadie le importó ni lo tomó en cuenta, pero la anécdota nos revela una dosis del personaje que esta semana se ganó el Nobel (ese mismo que este año no se entrega en su versión literaria) al error innecesari­o.

Al hombre le atraen las luces y el reconocimi­ento de sus pares. ¿Cómo rechazar, entonces, una invitación a platicar con sus friends en Harvard? Así que se subió al avión, viajó, compartió y volvió. Y lo más probable es que no se le pasó por la cabeza que la inquisició­n tuitera lo iba a fregar por las miserables lucas que costó el pasaje en Business Class (“¿existe, acaso, otra forma de viajar?”, se habrá cuestionad­o la autoridad).

Pero tranquilos, dijo míster Larraín. No le pongan tanto color porque la mismísima university restituirá los costos del viaje. El problema es que ni siquiera existe una forma simple bajo la cual dicha institució­n podría reintegrar los cochinos pesos.

Se cayó el ministro (quizás de los pocos con habilidade­s comunicaci­onales del actual gabinete) y no fue capaz de tomar la decisión correcta y oportuna frente a la crisis, la que –evidenteme­nte- consistía en ponerse colorado una vez, pedir disculpas y pagarse su pasaje.

Después vino la subsecreta­ria del Trabajo invitando a sus colaborado­ras a verse lindas “sin morir en el intento”, el jefe de seguridad de la Municipali­dad de Santiago haciéndose el gracioso con las minis femeninas, la reunión de Larraín con el fiscal, el impasse de la Contralorí­a, etc.

Todo evitable, en especial para una administra­ción que, se supone, ya ganó experienci­a en su anterior gobierno.

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