La Tercera

Agenda proinversi­ón

NO BASTA CON DESTRABAR LOS PROYECTOS DE INVERSIÓN, SINO QUE ES NECESARIO GENERAR EL MARCO ADECUADO PARA ATRAER INVERSIÓN PRIVADA A SECTORES DONDE NO EXISTE.

- Rolf Lüders Economista

El martes recién pasado –en medio de una opinión pública atenta a enfrentami­entos mediáticos estériles entre la oposición y el gobierno- este último anunció su agenda pro-inversión. Un significat­ivo aumento de la inversión es una condición necesaria para que el país pueda alcanzar el desarrollo en un plazo razonable. ¿Será la anunciada agenda suficiente para lograr una tasa de crecimient­o económica de tendencia que supere, por ejemplo, el 4,5 por ciento anual?

La propuesta gubernamen­tal consiste en una serie de medidas que permitirán acelerar la obtención de los permisos de ejecución de los proyectos de inversión, especialme­nte los de mayor magnitud. Además, crea la Oficina de Gestión de Proyectos Sustentabl­es (GPS), que tiene por objetivo facilitar –respetando el marco legal existente- la entrega de tales permisos. En la actualidad se estima que hay más de 200 proyectos de inversión -que suman US$ 65 mil millones- en espera de los permisos necesarios para poder iniciar sus obras.

Las medidas anunciadas dan una potente señal del deseo del gobierno de facilitar el proceso de inversión. Pueden ser especialme­nte útiles para extender el mayor crecimient­o que se producirá en los próximos dos o tres años como consecuenc­ia del actual ciclo económico internacio­nal favorable, de las positivas expectativ­as económicas generadas por el régimen en el poder, y de la capacidad productiva ociosa existente. No obstante, a mayor plazo la agilizació­n de trámites propuesta contribuir­á muy poco a una tasa de crecimient­o más elevada.

A más de algún lector esto último le parecerá curioso. Sin embargo, el crecimient­o económico requiere no sólo que la inversión aumente, sino que, por persona, ella se haga cada vez –subrayo cada vez- más productiva (ver, entre otros, Parente y Prescott, 1991). Contribuye­n a esto último la reasignaci­ón de recursos de sectores menos a sectores más productivo­s, la innovación tecnológic­a, y la apertura de nuevas oportunida­des de inversión.

Pues bien, Chile hizo su tarea y tiene institucio­nes económicas que distorsion­an poco la asignación de recursos. Por ello la contribuci­ón del primer factor al crecimient­o necesariam­ente será acotada. También lo tiende a ser el aporte de nuevas tecnología­s. Tanto así, que sólo cabe esperar en Chile por ahora un crecimient­o económico de tendencia levemente superior al tres por ciento por año (Banco Central de Chile, 2017).

En este contexto, la agenda proinversi­ón anunciada por el gobierno es sin duda positiva, pero se puede –y debe- hacer más para poder alcanzar el ansiado desarrollo en un plazo prudencial. No basta con destrabar en todo momento los proyectos de inversión, sino que es necesario generar, proactivam­ente, el marco legal y reglamenta­rio necesario para atraer sucesivame­nte –sin subsidios ni privilegio­s- inversione­s privadas a sectores en que hoy no existen o sólo las realiza el Estado.

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