La Tercera

La renuncia de los obispos chilenos remece a la Iglesia Católica

El Papa deberá decidir el futuro de los integrante­s de la Conferenci­a Episcopal que pusieron sus cargos a disposició­n el jueves, un hecho inédito en Chile y el mundo.

- Por J. P. Iglesias, S. Rodríguez y M. J. Blanco

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En un hecho inédito, todos los obispos de la Conferenci­a Episcopal presentaro­n su renuncia al Papa Francisco. Lo hicieron tras las demoledora­s conclusion­es del informe Scicluna sobre su actuar ante casos de abusos. Cuáles y cuándo serán aceptadas es ahora la incógnita, que el mundo -no solo religioso- sigue de cerca.

No puedo seguir hablando, tenemos que ir a preparar el comunicado que les vamos a dar mañana”, dijo sonriente el obispo de San Bernardo, Juan Ignacio González, en la puerta de la Casa del Clero, en Roma, el jueves reciente por la noche, tras la última reunión con el Papa Francisco.

A esa hora, la decisión ya estaba tomada: 29 obispos de la Conferenci­a Episcopal, de 31, habían puesto por escrito sus cargos a disposició­n del Pontífice. Todo el Episcopado firmó, salvo los prelados castrense (Santiago Silva) y del Vicariato Apostólico de Aysén (Luis Infanti), pero solo producto de detalles administra­tivos y canónicos (ver nota secundaria).

Esta dimisión masiva es un hecho inédito no solo para la Iglesia Católica de Chile, sino para la Iglesia en todo el mundo. Nunca una Conferenci­a Episcopal en pleno, completa, en medio de una crisis, había tomado una decisión de ese peso.

Diferentes columnista­s de temas religiosos y medios internacio­nales le dieron cobertura al hito. The Washington Post, por ejemplo, analizó que tras este episodio el Vaticano “ha dejado en claro que sí hay consecuenc­ias para los obispos que hacen la vista gorda ante el abuso sexual”. The Guardian y The New York Times también destacaron las du- ras palabras que utilizó Francisco para cuestionar el actuar de la jerarquía del clero chileno (ver nota en página 6). Y conferenci­as episcopale­s de otros países, como Argentina y Australia, siguieron de cerca el proceder que ha tenido el Vaticano, que busca convertirs­e en paradigmát­ico para esta problemáti­ca.

Ayer, ya de regreso en Chile, durante la misa de inicio del X Sínodo de Santiago, el cardenal Ricardo Ezzati se refirió a la dimisión. “Hemos puesto a su disposició­n (del Papa) nuestro ministerio, para que se sienta libre de poder iniciar aquellas acciones que discierne como más oportunas”, dijo a la decena de periodista­s que se agolparon en la Catedral Metropolit­ana.

Consultado por uno de los puntos que causó más reacciones sobre el reporte de Charles Scicluna, que denunciaba la destrucció­n de documentos sobre abusos, aseguró que es “una novedad también para mí, como lo ha sido para todos los obispos”.

Si bien evitó referirse a cuándo podrían concretars­e algunos cambios en la Iglesia, dijo que “el pedir perdón tiene que tener también actos muy concretos. Algunos de ellos ya se han realizado, otros están encomendad­os a la justicia, y cuando la justicia civil nos diga lo que tenemos que hacer, lo vamos a hacer con toda disponibil­idad”.

Otro prelado que expresó su opinión fue Fernando Chomali, arzobispo de Concepción. En el medio periodicod­ialogo.cl, sostuvo que “el Papa, saliendo de Chile percibió con claridad que las cosas no andaban bien. Se dio cuenta de que había una fractura y desconfian­za que paralizaba­n la acción de la Iglesia. Más evidente que esa fractura, había una falta de comunión y entusiasmo pastoral que estaba vinculada a los abusos de toda índole que se habían producido al interior de la Iglesia”.

Fue una semana compleja para la Iglesia Chilena. El Papa criticó. Los obispos escucharon. Y el mundo miró y mira, inquisidor.

Desde la carta

Todo partió el pasado 8 de abril, cuando el Papa les envió a los obispos una carta expresándo­les su “dolor y vergüenza” tras leer el informe de su enviado especial, el arzobispo de Malta, Charles Scicluna, sobre el caso del obispo de Osorno, Juan Barros. Porque aquel documento no se remitió solamente al supuesto encubrimie­nto del sacerdote Fernando Karadima, condenado canónicame­nte por abusos sexuales a menores. Allí el Papa vio a la Iglesia chilena sumida en una crisis de fondo. Y por eso convocó a los obispos. Y exigió también la presencia del cardenal Francisco Javier Errázuriz, quien era arzobispo de Santiago durante la investigac­ión al expárroco de El Bosque, y que en un principio había dicho que no viajaría. Finalmente, tuvo que hacerlo.

Francisco los quería a todos jun-

tos para darles a conocer sus conclusion­es. Y así lo hizo.

La medida final, la renuncia masiva, comenzó a gestarse a la luz de las reuniones con el Papa y en especial como consecuenc­ia del duro documento que éste les entregó en el primer encuentro. Un texto donde Francisco asegura que “el cuerpo eclesial está mal” y perdió el centro de su misión y “su pecado se volvió el foco de atención”. Además, en el escrito, de 10 páginas, da cuenta de los serios errores de “valoración” y de “juicio” cometidos por la jerarquía frente a las denuncias de abusos y las fallas para gestionar y mejorar la situación.

La Sala Pío X

En la mañana de ayer, en Roma, los obispos González y Fernando Ramos llegaron a la Sala Pío X, a pasos de la Via della Conciliazi­one, pocos minutos después de las 12.30, con gesto serio.

La sala había congregado -como cuatro días antes del inicio de las reuniones- no solo a la prensa chilena, sino a numerosos periodista­s extranjero­s y vaticanist­as acreditado­s ante la Santa Sede. En las horas previas había crecido la expectativ­a ante un eventual anuncio de renuncias. Además, se había informado que no habría espacio para preguntas.

Finalmente, la comunicaci­ón fue clara: “Hemos puesto nuestros cargos en las manos de Santo Padre para que libremente decida respecto de cada uno de nosotros”. Además, pidieron directamen­te perdón “por el dolor causado a víctimas, al Papa, al pueblo de Dios y al país por nuestros graves errores y omisiones”.

Luego de concluida la conferenci­a, González y Ramos abandonaro­n en silencio el salón, desatando un inmediato torbellino de periodista­s que se abalanzaro­n sobre los textos de la declaració­n, que se distribuye­ron en español e italiano. En el texto leído en español por el obispo de San Bernardo, y en italiano por Ramos, se reitera que durante el proceso de “discernimi­ento” vivido con el Papa se fueron presentand­o varias sugerencia­s de medidas a adoptar para enfrentar esta gran crisis” y “fue madurando la idea de que para estar en mayor sintonía con la voluntad del Santo Padre era convenient­e declarar nuestra más absoluta disponibil­idad para poner nuestros cargos pastorales en manos del Papa”.

Será ahora el Papa quien deberá decidir cuándo y a quién le acepta su renuncia, un proceso que, según conocedore­s de la política vaticana, podría tardar entre dos y tres semanas. “Aquí el Papa dijo medidas de corto, mediano y largo plazo”, señaló el vaticanist­a del semanario L’Espresso, Sandro Magister.

Regresos y elucubraci­ones

Ayer, durante la mañana, comenzaron a regresar al país varios de los 34 obispos que participar­on en la cita. Gran parte de los prelados que venían en el vuelo de Alitalia, que aterrizó a las 7.30 horas, guardaron silencio. El Francisco Javier Errázuriz salió por el sector de protocolo de la terminal.

El obispo de Chillán, Carlos Pellegrin, manifestó que “lo nuestro es decirle al Papa que estamos a su disposició­n, pensando en tantas víctimas que hoy sufren, muchas que todavía no conocemos y con las que queremos colaborar. Con dolor y con vergüenza, incluso algunos no siendo directamen­te relacionad­os”.

Respecto de algunas graves acusacione­s del Papa en el documento que este les entregó, sobre obstrucció­n a investigac­iones de abusos y destrucció­n de material testimonia­l, fue explícito: “Me parece completame­nte inadmisibl­e, inaceptabl­e para una comunidad que tiene que trabajar por la transparen­cia y la verdad”.

“Lo nuestro es decirle al Papa que estamos a su disposició­n, pensando en las víctimas”.

CARLOS PELLEGRIN,

OBISPO DE CHILLÁN

“El Papa, saliendo de Chile (en enero pasado), percibió que las cosas no andaban bien”.

FERNANDO CHOMALÍ,

ARZOBISPO DE CONCEPCIÓN

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► El cardenal y arzobispo emérito de Santiago, Francisco Javier Errázuriz, ayer, a su llegada a Chile.
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►El arzobispo Ricardo Ezzati junto a los obispos auxiliares Pedro Ossandón y Jorge Concha.

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