La Tercera

LAS INSTITUCIO­NES FRENTE A UN “GOBIERNO DIVIDIDO”

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SEÑOR DIRECTOR

Cuando un grupo de partidos controla el poder ejecutivo y otro grupo de signo opuesto, el poder legislativ­o, se configura lo que se denomina técnicamen­te un “gobierno dividido”. La existencia de gobiernos divididos es frecuente en países donde hay competenci­a política y el Presidente y el Congreso se eligen en votaciones separadas. Un gobierno dividido es un gobierno de confrontac­iones. En él los partidos siguen diferenciá­ndose y empujando sus agendas desde trincheras. Pero como éstas están constituci­onalmente limitadas y por sí mismas son insuficien­tes, deben recurrir a fórmulas no tradiciona­les para avanzar. Por ejemplo, en un gobierno dividido el Ejecutivo tratará de gobernar por decreto, saltándose al Congreso en todas las materias en que no tendrá apoyo legislativ­o. También buscará debilitar las burocracia­s y el presupuest­o de todos los programas gubernamen­tales que son opuestos a las creencias políticas de los grupos que lo apoyan.

Por su parte, el Congreso también intentará empujar su agenda con estrategia­s que le permitan avanzar sus políticas con independen­cia del Ejecutivo y sus agencias. Por ello buscará que otros órganos del Estado, como la Contralorí­a, el Tribunal Constituci­onal o la Corte Suprema, interprete­n normas existentes y fuercen al Ejecutivo a actuar en el sentido que el Congreso quiere. También buscará aumentar el catálogo de derechos judicializ­ables para que sean los tribunales, motivados por demandas privadas, los que fuercen al Ejecutivo a actuar o actúen derechamen­te en su reemplazo.

Cualquiera sea la fórmula, la competenci­a por el control del Estado afectará a institucio­nes normalment­e alejadas de la política. No es que estas institucio­nes decidan de un día para otro alinearse con alguna de las coalicione­s políticas en el Ejecutivo o Legislativ­o. Se trata de que, dado que ni el legislativ­o ni el ejecutivo pueden reaccionar con efectivida­d frente a decisiones desfavorab­les, en la práctica todas las institucio­nes que diriman conflictos entre ambos tendrán la última palabra y serán acusadas de actuar con intenciona­lidad política.

Agustín Barroilhet

Académico Universida­d de Chile

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