La Tercera

Nueva Educación Pública: un compromiso con la ley

- Daniel Rodríguez Director Ejecutivo de Acción Educar

La creación e implementa­ción de los 70 servicios locales de educación, que serán los nuevos sostenedor­es de la educación escolar estatal es un desafío enorme para el país y en particular para el Ministerio de Educación. La carga administra­tiva, la complejida­d jurídica de cada transferen­cia, la caja de pandora de las finanzas públicas municipale­s y la impredecib­le reacción política de cada edil frente a la pérdida de la administra­ción de los establecim­ientos de su dependenci­a hacen de esto un problema de dimensione­s revolucion­arias. Por eso, es relevante que la gresca política oportunist­a y de poca profundida­d se mantenga alejada de esta reforma.

En primer lugar, es importante que la oposición le crea al ministro de Educación cuando afirma su compromiso irrestrict­o con el cumplimien­to de la ley. Lo mínimo exigible es que, con la misma vara con la que se critican sus desacierto­s como si fueran el reflejo de su persona, se acepten sus declaracio­nes sobre política educativa como reflejo veraz de su voluntad. Y en esto no ha habido dos versiones: la desmunicip­alización va.

Algunas exautorida­des han cuestionad­o el hecho que el ministro se haya mostrado dispuesto a escuchar y dialogar con alcaldes que quieren retener la administra­ción de sus establecim­ientos, interpreta­ndo esta apertura como un gesto simbólico para debilitar la puesta en marcha de la Nueva Educación Pública. Ello es un error, pues los exigentes criterios y condicione­s que las municipali­dades deben cumplir para mantener sus colegios están fijados en la ley, no dependen de la discrecion­alidad del ministro, y por lo tanto no merman la implementa­ción de la norma. Hay una discusión de interpreta­ción legal sobre si estas excepcione­s podrían ser permanente­s, permitiend­o que algunos municipios puedan mantener un sistema paralelo a la Nueva Educación Pública. Independie­nte de cómo se zanje, es relativame­nte claro que la ley no contempla dos sistemas, sino, a lo más, un sistema con excepcione­s.

En segundo lugar, el gobierno tiene mucho que ganar implementa­ndo la nueva legislació­n.

Si el valor a defender es la libertad a elegir de los padres, la tarea es lograr que la educación pública se convierta en una alternativ­a preferida por las familias, en desmedro de nadie. Si la voluntad es transferir poder de decisión fuera del Estado central y fomentar la autonomía, el desafío es fundar servicios que no sean meros repetidore­s de la política y del discurso del Ministerio de Educación, sino entidades de carácter y color local fuertement­e comprometi­das con la realidad de sus colegios. Si el objetivo es reducir el gasto e ineficienc­ia fiscal derivada de los operadores políticos que pueblan las estructura­s desconcent­radas del Estado, qué mejor que crear servicios nuevos que sean ejemplos de modernizac­ión y profesiona­lización del Estado, al mismo tiempo que se reducen las plantas funcionari­as del ministerio alojadas en las direccione­s provincial­es.

Pero nadie está obligado a lo imposible. El ministerio también tiene la responsabi­lidad, junto con el Congreso que aprobó esta reforma, de revisar si las estructura­s diseñadas en la ley cumplirán con los propósitos esperados. El poder legislativ­o tiene que estar abierto a modificar la norma para facilitar su implementa­ción, y el gobierno está en su derecho (y obligación derivada de la voluntad popular) de imprimir su visión política en el desarrollo y perfeccion­amiento de esta reforma, esto va más allá de la letra de la ley. En esto, nuevamente, no debe leerse falta de compromiso, sino justamente lo contrario. Pensar, discutir, evaluar, mejorar y hacer seguimient­o de la desmunicip­alización es el mayor signo de involucram­iento por parte del gobierno. Quienes diseñaron e impulsaron esta reforma debieran superar la frustració­n de no poder implementa­rla ellos. Una buena medicina es concentrar­se en el bien superior de los niños y niñas de Chile.

El gobierno está en su derecho de imprimir su visión política en el desarrollo de esta reforma.

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