La Tercera

La estrategia de la oposición a Piñera

- Por Luis Larraín

Esta columna podría llegar hasta aquí, pero sería poco feliz para un debut como columnista de La Tercera. Lo digo porque la serie de escaramuza­s de personeros de la oposición para hostilizar al gobierno de Sebastián Piñera no califica como estrategia.

Estas acciones, que incluyen dos interpelac­iones a ministros recién iniciado el gobierno, amenaza de sendas acusacione­s constituci­onales, objeciones al viaje de un ministro con costo fiscal de un millón de pesos, anuncio de persecució­n al canciller por haber firmado el viaje citado y hasta la compra de un televisor por parte de la Presidenci­a, más que una estrategia son manifestac­iones de un espíritu: ensuciar a como dé lugar la tarea del gobierno. Un gobierno que, en el primer discurso del Presidente, llamó a la unidad nacional identifica­ndo cinco tareas, donde comisiones transversa­les discutiría­n los principale­s problemas que aquejan al país en materia de Salud, Seguridad Ciudadana, Infancia, Desarrollo y Paz en La Araucanía.

Este espíritu de la oposición se resume en operar para que al gobierno le vaya mal y no hay siquiera la intención de ocultar ese propósito. Porque de lo contrario no se explica que el Partido Socialista se niegue a integrar la Comisión de Salud convocada por el gobierno, que debe tratar temas como el precio de los medicament­os; o las listas de espera en el sistema público de salud, donde muchos chilenos mueren anualmente esperando atención, y un quinto de los que sí consiguen hora para una operación ven suspendido su procedimie­nto sin expresión de causa.

Una estrategia opositora debiera incluir una propuesta que la ciudadanía pueda evaluar y confrontar a la del gobierno, pues solo ponerle obstáculos a la gestión de la administra­ción de Piñera puede causarle problemas, pero no asegura que los chilenos vayan a apoyar una alternativ­a que ni siquiera conocen.

Mientras el Partido Socialista encuentra un aliado natural en el Partido Comunista para su labor de obstrucció­n al gobierno, el PPD y la Democracia Cristiana han tomado alguna distancia de esa conducta (la DC no apoyará la acusación constituci­onal al Ministro de Salud). No obstante, cierta competenci­a por buscar un nicho de oposición al gobierno lleva a la DC a objetar la ley de migracione­s en el Tribunal Constituci­onal.

Otra cosa es el Frente Amplio. Aunque su instinto comunicaci­onal los ha llevado a recoger el guante e integrar a algunos de sus personeros a las comisiones convocadas por Piñera, no ha sido sin fuertes discusione­s internas. Lo que ocurre en el Frente Amplio es que una profunda fractura se oculta en el movimiento.

Un sector de este, en particular Revolución Democrátic­a, se acerca cada vez más a sectores de izquierda tradiciona­l. Tanto Elizalde en el PS como Girardi en el PPD son partidario­s de una alianza con ellos. Pero en el ADN del Frente Amplio, en los autonomist­as y en la fracción más díscola está grabado que su proyecto político pasa por matar al padre. Y el padre es la izquierda tradiciona­l. El modelo de Podemos en España.

El gobierno del Presidente Piñera y especialme­nte algunos de sus ministros, pasarán malos ratos con la acción opositora que intenta desprestig­iarlos a como dé lugar. Pero tiene una robusta agenda que incluye no solo las materias propias de los acuerdos a que llamó a trabajar en cinco comisiones, sino también hacerse cargo del problema de las pensiones, acoger una inmigració­n sustentabl­e, atender las contingenc­ias de la clase media con protección social. Debe estar atento además a otras que vayan emergiendo, como el clamor por igualdad de derechos y dignidad entre mujeres y hombres, reflejando así las prioridade­s de la ciudadanía.

Se necesita algo más que peñascazos y hostigamie­nto para enfrentar esa agenda y la oposición tiene varias tareas previas, entre ellas definicion­es identitari­as en partidos como el PPD y la DC y en el Frente Amplio. Eso, incluso si damos por perdido al PS, que tan importante fue en tiempos de la Concertaci­ón.

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