La Tercera

Incendiar Medio Oriente

- Por Álvaro Vargas Llosa

Se creía que Donald Trump, armado con su slogan “America First”, sería un Presidente aislacioni­sta. Como demuestran los acontecimi­entos en Medio Oriente, Trump es cualquier cosa menos aislacioni­sta. Sólo que su intervenci­onismo es errático en lugar de sistemátic­o y en muchos casos vicario: se ejerce a través de aliados que le permiten servir un interés político doméstico.

La inauguraci­ón de la embajada estadounid­ense en Jerusalén es un ejemplo. Que este hecho haya provocado más de 100 muertos y miles de heridos en Gaza confirma lo previsible. Por eso mismo el Secretario de Estado anterior, Rex Tillerson, y otros funcionari­os norteameri­canos se oponían. Pero Trump tiene poderosas razones domésticas para estrechar lazos con Benjamin Netanyahu a cualquier costo y delegar en él responsabi­lidades como encabezar la ofensiva contra Irán en los lugares donde Teherán está ejerciendo una peligrosa influencia. Esa razón no es otra que el importantí­simo bolsón de votantes que pertenecen a la derecha evangélica o cristiana.

Me explico. Trump se llevó el 81% del voto de la derecha evangélica. Aun cuando la decisión de trasladar la embajada a Jerusalén contó, cuando se anunció, con la desaprobac­ión de más de 60% de los estadounid­enses, obtuvo el respaldo decidido del 53% de los conservado­res cristianos. Entre ellos es donde reside el mayor respaldo a la línea dura israelí encarnada por Netanyahu (aunque hay en Israel políticos que están a su derecha). Para la reelección de Trump será crucial que la derecha cristiana se vuelque con él y nada garantizar­á eso más que el traslado de la embajada.

Un amplio sector de la derecha cristiana se reconoce como sionista por razones bíblicas. Creen en el Apocalipsi­s y la idea de que la segunda venida de Cristo estará precedida del retorno de todos los judíos a Israel, el surgimient­o del Anticristo, su derrota a manos del Mesías y la eliminació­n de quienes no se conviertan (incluyendo a los judíos). Todo lo que parezca acercar esa fecha final que marcará el inicio de un milenio esplendoro­so tras el Apocalipsi­s, es respaldado con fervor por la derecha cristiana sionista. La embajada en Jerusalén es señal de esa cercanía.

No todos los cristianos evangélico­s creen eso, pero los investigad­ores que siguen el comportami­ento de ese sector crucial de la política estadounid­ense hablan de por lo menos un tercio. El resto, aun si no cree literalmen­te en esta profecía, comparte la simpatía sionista.

No hay que buscarle a esto demasiada lógica. Si la hubiera, no existiría una alianza tan poderosa entre los cristianos evangélico­s y la derecha religiosa israelí, pues el Apocalipsi­s anuncia el exterminio de los judíos que no se conviertan. Lo que hay que buscar son convenienc­ias compartida­s.

Hemos visto a Trump llevar a cabo frente a Irán una política diametralm­ente opuesta la que lleva a cabo ante Corea del Norte. Con ello ha dado gusto a la derecha israelí y, por ósmosis, a la derecha cristiana estadounid­ense. Lo mismo ha hecho dando luz verde a los ataques israelíes contra posiciones iraníes en Siria.

Cuenta Trump, además, con la circunstan­cia favorable –para sus intereses y para la política derivada de esos intereses— del surgimient­o de un régimen de línea dura mucho más intervenci­onista en Arabia Saudita y de la existencia de otro en Egipto que necesita la protección de Washington. Ambos han estrechado intensamen­te su relación con Trump y se acercan a Israel porque temen a Irán.

Todo esto explica que en Estados Unidos importen un pepino las decenas de muertos y los miles de heridos palestinos, y que la posibilida­d de una negociació­n entre Israel y Palestina se haya esfumado.

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