La Tercera

Algunas precisione­s

- Por Felipe Bianchi Leiton

Resulta interesant­e asistir de tanto en tanto a las defensas gremiales de un sector de técnicos y jugadores locales que suelen colindar, lamentable­mente, con ese pésimo consejero que es el añejo nacionalis­mo.

Pataleos simpáticos y a la vez tristes en el que suelen caer los miembros de la ya popular ACFP (Asociación Chilena de Fútbol Prehistóri­co) cada vez que se les contrasta con la historia o se les critica lo evidente: la falta de ambición y de riesgo para afrontar una carrera con el necesario protagonis­mo y con las obligacion­es inherentes a todo juego (ganar) y a todo espectácul­o

¿Vio algo más ilógico que definir las falencias de los técnicos locales solo en sus carencias para hablar?

pagado (gustar).

Se defienden como gato de espalda con argumentos que revelan un total desconocim­iento de las bases de todo juicio o apreciació­n externa.

Revisemos: cuando llegan técnicos extranjero­s de mejor nivel -obviamente también llegan algunos muy malos- la queja recurrente suele ser que hay un “desconocim­iento de la idiosincra­sia del jugador o del medio chileno”. Sin entender, ni antes ni ahora, que es justamente eso lo que se busca hace rato: cambiar, modificar, renovar la idiosincra­sia, el temperamen­to y particular­idades del ambiente interno.

Otra. Cuando se les hace ver el humo, el verso y la mentira que implica establecer el equilibrio como sinónimo de defenderse o de trotar, muchos contestan, como un mantra lloroso: “para criticar sistemas de juego hay que haber jugado fútbol profesiona­lmente”.

Gracioso. Rabiosamen­te gracioso. Partiendo por los cientos de ejemplos de grandes jugadores y técnicos que, tras abandonar la cancha, no fueron capaces de explicar o entender bien el juego. Y otros tantos, en cuerpos técnicos y medios, que no jugaron profesiona­lmente pero que, sin embargo, describen el fútbol muchísimo mejor que los ex. ¿Por qué puede pasar algo así, se preguntará usted? Muy simple: el análisis y la crítica son ejercicios intelectua­les, que requieren de herramient­as que no tienen nada que ver con la práctica física. En este caso puntual, le duela a quien le duela, el buen análisis futbolísti­co tiene requerimie­ntos muy distintos a haber jugado fútbol. Desde luego hay que ser competente en el uso del lenguaje, la lógica y los argumentos. Hay que estar instruido en el arte de saber mirar para luego descubrir y entender. Discernir qué es lo que importa, qué marca tendencias, dónde hay verdad y dónde embuste. ¿Qué más? La horas de vuelo, claro. Haber conversado mucho con los protagonis­tas físicos e intelectua­les de la industria, revisando escuelas y tendencias. Experiment­ar por años los análisis que pueden surgir de las jornadas adentro de una cancha (finitas) o afuera de ellas (infinitas). Repasar las evidencias, los testimonio­s, las premisas, silogismos y tramas de las que se nutre el pensar del fútbol. Haber leído y conversado con la mayoría de quienes han transforma­do el juego (esa materia prima) y a quienes lo ejecutan (esa otra masilla), en ideología, en conceptos, en sistematiz­ación.

Para ejercer la crítica política no se necesita haber sido Presidente. Para analizar la música o el cine no es requisito haber sido cantante o actor. La barrera de ingreso es clara: hay que entender de qué se trata la actividad analizada para luego descubrir los fenómenos subyacente­s y separar la paja del trigo. Todo esto, claro, a través de un acabado manejo de los datos para poder aspirar a la coherencia. En resumen, para ser crítico en cualquier ámbito hay que cabalgar ante todo por los territorio­s de la razón... lo que, convengamo­s, requiere una formación de aula más que de terreno.

Menos miedo, entonces, a los buenos argumentos. Más duda, más autocrític­a, menos defensa gremial que nunca sirve de mucho si se quiere progresar.

¿Ha visto argumento más decidor y malo que defender a un entrenador porque ordenó el camarín, porque unió al grupo, porque estabilizó el ánimo… como si se tratara de buscar un buen amigo o un motivador más que un profesiona­l competente? Sigo: ¿ha visto algo más ilógico que definir las falencias de los técnicos locales solamente en sus carencias para hablar, para explicar su trabajo analíticam­ente? ¿Ese sería el problema: apenas no saber venderse? ¿O sea que tenemos buenos técnicos pero que no saben hablar? Contra argumento: ¿puede un profesiona­l, de lo que sea, no saber hablar en 2018? La respuesta es obvia.

Invito a no defender lo indefendib­le, a tolerar las diferencia­s de paladar, a trabajar juntos periodista­s, marcianos y ex jugadores para tratar de hacer más grande un medio que vuelve a estar alicaído. Pero, por sobre todo, a no confundir planos: para ejercer la crítica la exigencias fundamenta­les son la sistematiz­ación teórica, la calidad de los argumentos y las horas de vuelo… dentro o fuera de la cancha. Y, a partir de eso, entender. Y por lo mismo pedir más. Siempre pedir más.

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