La Tercera

Gobierno incluye seguro solidario y bono para clase media en reforma previsiona­l

Los ejes del proyecto los dará a conocer el Presidente en su primera cuenta anual.

- Max Colodro Filósofo y analista político

10-11

Al segundo gobierno de Piñera se le acabó la “luna de miel”. Iniciando su tercer mes de gestión, la lógica del ciclo político inaugurado en 2010 con la alternanci­a en el poder está empezando a reinstalar­se. “Crispación” la denominó esta semana el Mandatario, pero, en rigor, ella es solo un síntoma de otra cosa: del disenso que recorre a un sector importante del país respecto de la legitimida­d de la Constituci­ón y el imperativo de hacerle correccion­es sustantiva­s al “modelo” de desarrollo de las últimas décadas.

Las señales de estos días son elocuentes: interpelac­iones, intentos de acusación constituci­onal, un requerimie­nto para echar abajo el decreto que empezó a ordenar la política migratoria, críticas a cada gasto del Ejecutivo y, obviamente, la reactivaci­ón de los movimiento­s sociales. Circunstan­cias que tendrán todas motivos reales o excusas perfectas, y a las que se agregan los errores y desproliji­dades del propio gobierno, pero que en conjunto vienen a reafirmar el mar de fondo de estos tiempos: el sino traumático que para la centroizqu­ierda es ver a la derecha en el poder, como expresión de una sólida e incuestion­able mayoría democrátic­a.

Dicho “sino” es hoy el vector que impulsa esta anticipada vuelta de la “crispación”; el retorno a los fundamento­s de un período donde los mínimos comunes construido­s durante la transición dejaron de existir y el desacuerdo y el malestar social son canalizado­s por la centroizqu­ierda con el fin de desacredit­ar – y ojalá demoler- a esta nueva base de gobernabil­idad conformada por “fachos” ricos y pobres. Que a 20 años de haber dejado atrás la dictadura militar se abrieran las puertas de la democracia para el retorno de la derecha al gobierno, es algo que para la otra mitad del país resulta todavía intragable, más aún cuando aspectos esenciales del Chile actual siguen siendo extensione­s heredadas de esa dictadura.

El nuevo gobierno debe tenerlo claro: la crispación, el uso y abuso de las herramient­as de fiscalizac­ión, el ánimo de boicot, el aplauso entusiasta a todas las causas que emerjan de “la calle”, van a volver a ser la tónica de esta administra­ción, como lo fueron del primer gobierno de Sebastián Piñera. No obstante, hay diferencia­s que suponen una realidad no completame­nte equivalent­e a la anterior: la derrota de la Nueva Mayoría representó el fracaso del más serio intento por alterar el curso que el país lleva desde comienzos de los 90. Fue, en ese sentido, una derrota estratégic­a. Y a diferencia de 2010, cuando la caída electoral de la Concertaci­ón al menos dejó en pie la popularida­d de Bachelet, esta vez no hay a qué aferrarse para la travesía por el desierto; más aún, la verdadera y futura amenaza para la centroizqu­ierda tradiciona­l es la que política y generacion­almente encarna el Frente Amplio, no la derecha.

En resumen, la inercia del ciclo político comienza a imponer su lógica y sus imperativo­s, pero las diferencia­s que existen respecto a las condicione­s que le tocó enfrentar a la primera administra­ción de Piñera, son ventanas de oportunida­d para que el país pueda empezar a resolver o, al menos, a atenuar los nudos de tensión de dicho ciclo. Un desafío mayor para los sectores que buscan construir una nueva base de acuerdos transversa­les, que permita iniciar el cierre de este tiempo de disensos históricos aún pendientes.

El gobierno debe tenerlo claro: la crispación va a volver a ser la tónica de esta administra­ción.

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