La Tercera

Cómplices

HABLAR DE AUTODETERM­INACIÓN DE LOS PUEBLOS RESPECTO DE PAÍSES EN QUE SON AHOGADAS LAS LIBERTADES SIGNIFICA SIMPLEMENT­E ALIARSE CON LOS DICTADORES.

- Sergio Muñoz Riveros Analista político

La camarilla corrupta que gobierna en Venezuela no ganó nada con la farsa electoral del 20 de mayo; solo consiguió que se acentuara el repudio internacio­nal en su contra. Tenían razón los opositores que se negaron a validar un proceso viciado desde la partida, y también los gobiernos que, como el de Chile, denunciaro­n el fraude antes y después de que se consumara. Si en Venezuela hubiera elecciones limpias y con verdaderas garantías, Maduro no tendría chance alguna; solo puede proclamars­e vencedor en una votación tramposa, con adversario­s maniatados, el aparato estatal a su servicio y el control total de la TV y demás medios.

Como es sabido, el régimen invitó a varios simpatizan­tes chilenos como “observador­es” de la votación. Ellos fueron Alejandro Navarro, Daniel Jadue, Diego Ibáñez y Claudia Mix (diputados del FA), Aucán Huilcamán y otros. La misión que cumplieron no fue precisamen­te honrosa. En los hechos, avalaron una estafa, lo que hace dudar de su real compromiso con los procedimie­ntos democrátic­os.

¿Qué mueve a los amigos chilenos de Maduro? Es posible que algunos de ellos estén agradecido­s de la dadivosida­d de Hugo Chávez en los primeros tiempos, cuando los dólares del petróleo corrían por América Latina, pero se supone que otros adhieren a ciertos ideales que ven materializ­ados en Venezuela. Sin embargo, a la luz de los 19 años del chavismo en el poder, esos ideales parecen ser refractari­os a la realidad: el 80% de la población vive en condicione­s de pobreza y más de tres millones de venezolano­s optaron por dejar su patria, en la mayor diáspora que haya conocido la región.

“Es que Maduro es de izquierda”, arguyen algunos. Y entonces hay que preguntar qué diablos significa ser de izquierda si quien la representa es un hombre primario, con escasos escrúpulos, contumaz en su ignorancia, que encabeza un régimen represivo y subordinad­o a las pautas de los jefes de La Habana. “Es que hay que defender la revolución”, dicen otros, y en ese caso la discusión se vuelve esotérica porque obliga a precisar qué clase de revolución es esa, que arruinó a un país que era próspero, liquidó las institucio­nes democrátic­as e instaló un régimen militar asociado con el narcotráfi­co. ¡Vaya revolución! Y todo eso en nombre de una entelequia llamada “socialismo del siglo XXI”, lo que solo ha logrado acentuar la percepción de que el socialismo es la negación de la democracia. ¿Ese es el sueño revolucion­ario que tienen para Chile?

Para ayudar al régimen que oprime a Venezuela, algunos abogan por la autodeterm­inación de los pueblos. O sea, quieren que cerremos los ojos ante las tropelías. Pero el principio de autodeterm­inación exige que el pueblo pueda autogobern­arse, que los derechos humanos estén protegidos y las libertades garantizad­as. Hablar entonces de autodeterm­inación respecto de países en los que son ahogadas las libertades significa simplement­e aliarse con los dictadores.

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