La Tercera

Resultados del Simce y calidad de la educación

En la medida que existan más restriccio­nes para acceder a los resultados de esta prueba, se afecta la posibilida­d de mejorar los estándares educaciona­les.

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La semana pasada se entregaron los resultados de las pruebas Simce 2017, que vinieron a ratificar el estancamie­nto en las mejoras que experiment­aron los alumnos de 4º básico hasta el año 2012 y el nulo avance de los alumnos de 8º básico y 2º medio respecto a los años previos. Estos resultados son motivo de preocupaci­ón y recuerdan la importanci­a de focalizar los esfuerzos en el mejoramien­to de los aprendizaj­es y en la calidad escolar.

Desde el sector público, una de las iniciativa­s que se viene implementa­ndo en forma silenciosa y que busca contribuir en ese sentido, es la Ley de Aseguramie­nto de la Calidad. Ésta establece que la Agencia de la Calidad debe ordenar a los colegios en función de sus resultados en el Simce y el resto de los indicadore­s de desarrollo personal y social, de tal forma de clasificar­los en niveles de desempeño. Con ello se puede identifica­r a los establecim­ientos con desempeño insuficien­te y concentrar en ellos el apoyo y orientació­n del Ministerio de Educación. Y si al cabo de cuatro años estos establecim­ientos persisten con su bajo desempeño, entonces se les revocará su reconocimi­ento oficial.

Ello constituye una medida de última instancia para proteger a los alumnos en escuelas que sistemátic­amente fallan respecto a los aprendizaj­es mínimos, pero paradojalm­ente, ha enfrentado la obstrucció­n del gobierno anterior, que primero postergó su entrada en vigencia, y que luego dejó un proyecto de ley misceláneo -aún en trámite- que contempla un artículo que prolonga hasta ocho años el plazo de tolerancia para resultados insatisfac­torios. Si bien el actual ministro de Educación presentó una indicación sustitutiv­a que, entre otras cosas, elimina dicho artículo, este episodio habla de la excesiva pasividad de un sector político ante los malos resultados educativos.

En esa misma línea, en los últimos años se llevó a cabo una suerte de ocultamien­to de la informació­n tanto de la ordenación de las escuelas como de los resultados desagregad­os de las pruebas Simce. Es así como en 2013 se incorporó en la ley de presupuest­os la prohibició­n explícita de publicar los resultados de la prueba en forma desagregad­a a nivel de colegio. Ello, con el fin de evitar “mal informar” a las familias –quienes supuestame­nte irían a juzgar a su colegio sólo por los puntajes en el Simce- y “estigmatiz­ar” a los establecim­ientos de bajo desempeño que muchas veces atienden a un alumnado más vulnerable.

Las familias merecen recibir toda la informació­n que les permita juzgar y decidir por sí mismas; los alumnos más vulnerable­s, por su parte, también tienen derecho a una educación que les asegure el aprendizaj­e de ciertos mínimos. El verdadero estigma que debiera preocupar a quienes tienen responsabi­lidades en las políticas públicas es el daño que se podría producir en esos 243 mil niños y adolescent­es que se encuentran en escuelas de desempeño insuficien­te, y que si no se adoptan las medidas hoy, se verán privados de optar a mejores oportunida­des en el futuro. El gobierno debiera perseverar en una agenda inequívoca hacia el mejoramien­to de la calidad escolar, la que debe involucrar a los colegios y a las familias, y para lo cual la transparen­cia y claridad en la entrega de informació­n es esencial.

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