La Tercera

La fuerza de las mujeres

- Carlos Ominami Economista

Este año 2018 se anunciaba tranquilo y conservado­r. La puesta en práctica de la gratuidad en materia de educación superior y la redefinici­ón del CAE habían apagado el principal foco de conflictiv­idad social. Por su parte, el triunfo holgado de Sebastián Piñera, los mejores vientos de la economía internacio­nal y la fragmentac­ión de la oposición aseguraban un amplio predominio de las fuerzas de derecha. El gobierno tenía así el espacio libre para desplegar su agenda. Sus prioridade­s fueron: infancia, seguridad ciudadana, salud, La Araucanía y crecimient­o económico. Los temas de género, los abusos contra las mujeres y su tratamient­o igualitari­o no figuraban en ninguna parte.

Pero la realidad es más porfiada y la sociedad más imaginativ­a. Vino primero la atribución del Oscar a “Una mujer fantástica”. Su intérprete, Daniela Vega, adquirió una visibilida­d impresiona­nte. La problemáti­ca de las personas “trans” salió de la marginalid­ad, se rompió el tabú y se puso en el centro de la agenda obligando a priorizar la legislació­n sobre identidad de género.

Contrariam­ente a lo que se pensaba, la visita del Papa Francisco no aquietó las aguas al interior de la Iglesia. Su paso en falso en la defensa del obispo Barros generó, por el contrario, una crisis que ha terminado por alcanzar ribetes mundiales. La citación al Vaticano y la obligada renuncia de todo el Episcopado chileno ha estado en las primeras planas de todos los grandes periódicos del mundo.

Las consecuenc­ias en Chile están en pleno desarrollo. La confianza en la jerarquía católica está por los suelos. Ha caído el tupido manto que escondía una larga historia de abusos. Se rompieron las compuertas, las víctimas de abusos están saliendo de su silencio y comenzando a hablar.

En fin, denuncias de abusos en contra de estudiante­s al interior de la Universida­d de Chile han generado una movilizaci­ón completame­nte imprevista. En prácticame­nte todas las principale­s universida­des del país se han generado diversos tipos de manifestac­iones. Muchas facultades permanecen todavía tomadas. Miles de mujeres que no se habían manifestad­o nunca hoy día lo hacen, algunas incluso a torso desnudo.

Una vez más la movilizaci­ón social ha logrado irrumpir y modificar la agenda. Aceleradam­ente el gobierno debió elaborar una propuesta que busca responder a algunas de las demandas planteadas. La respuesta no es perfecta pero tiene el mérito de reconocer el problema.

Cuestiones tan importante­s como el respeto a la identidad de género, una relación sana entre la Iglesia Católica y su pueblo o la igualdad entre hombres y mujeres han conocido en estos meses avances insospecha­dos. En todos estos ámbitos habrá un antes y un después. Ninguno de estos cambios correspond­e a lo que tradiciona­lmente conocemos como reformas estructura­les. Se trata en realidad de transforma­ciones más profundas que superan prácticas culturales fuertement­e arraigadas. Y no fueron obra de un partido político sino que del despertar de una conciencia que permite alentar esperanzas de cambio provenient­es de la propia sociedad. Le correspond­e ahora a la política recuperar su enorme atraso transforma­ndo rápidament­e esas demandas en normas e institucio­nes que las sustenten.

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