La Tercera

IGLESIA SINODAL

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SEÑOR DIRECTOR

“La sinodalida­d en la vida y en la misión de la Iglesia” se llama el documento de la Comisión Teológica Internacio­nal (CTI, 4 de mayo). Nos recuerda que una Iglesia sinodal (sin=con; odos= camino. Hacer camino juntos) es participat­iva y correspons­able. Toda la comunidad “en la libre y rica diversidad de sus miembros, es convocada a orar, auscultar, analizar, dialogar, discernir y aconsejar en la toma de decisiones pasto- rales...”. Pertinente orientació­n para la Iglesia chilena, la cual desde el barro es urgida a limpiar su presente y reformar su futuro. Según la CTI, el proceso de decisiones debiese asegurar un discernimi­ento común, consulta y cooperació­n. Las actuales estructura­s eclesiales no garantizan este proceso, lo que genera desconfian­za en las posibilida­des de futuro que esta crisis ofrece. No se trata de multiplica­r “eventos sinodales”, sino de generar un sistema sinodal que asegure que las medidas de corto, mediano y largo plazo –en las que ha insistido el papa Francisco– se tomen en conjunto.

Creo que con la creación de niveles institucio­nalizados de discernimi­ento comunitari­o –pensados y diseñados por todos- que cuiden los equilibrio­s generacion­ales y de género, la participac­ión de toda la membresía eclesial será real. Un sistema eclesial así puede romper paulatinam­ente las asimetrías de poder, además de instalar como necesario el legítimo disenso en la construcci­ón de una comunidad socialment­e creíble. Sandra Arenas Teóloga, académica UC

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