La Tercera

El ciberbully­ing: ¿Cómo saber si mi hijo es una víctima?

El anonimato es el mejor cómplice de un agresor que navega en redes sociales, más cuando estudios dicen que el 75% de los menores agredidos no denuncia. Sin embargo, hay predictore­s que permiten sospechar que algo anda mal.

- P. Sepúlveda / C. Yáñez

Pese a que el 75% de los niños agredidos no denuncia, hay algunos predictore­s.

Realizar un trabajo en conjunto, tanto con los colegios como con las familias, por una cultura del buen trato, en materia de prevención de los conflictos como también en la aplicación de buenos protocolos de actuación, es una de las sugerencia­s que la Superinten­dencia de Educación entrega sobre el ciberbully­ing.

“La recomendac­ión que hacemos es a estar atentos a las primeras manifestac­iones de acoso escolar, para actuar oportuname­nte”, dice el superinten­dente de Educación, Sebastián Izquierdo.

¿Pero cómo detectar estas primeras manifestac­iones? ¿Cómo saber si un niño o niña sufre ciberbully­ing? Es difícil, reconoce Valentina Romeu, académica de la Facultad de Educación de la U. Católica, principalm­ente por el anonimato que las redes sociales ofrecen al agresor. “Este anonimato es lo que garantiza el desequilib­rio de poder en la relación, caracterís­tico del bullying y ciberbully­ing”. Eso provoca en el agredido una sensación de impotencia e impunidad.

Para los padres o adultos cercanos, dice Romeu, la sugerencia es estar atento a señales, como por ejemplo, desmotivac­ión por ir al colegio, una repentina baja en el rendimient­o escolar o el deterioro de las relaciones sociales del menor agredido.

Especial atención se debe tener si se muestran irritables, tristes o ansiosos frente al computador o mientras usan redes sociales, añade la especialis­ta. “Querer estar solo mientras se revisa el celular o ensimismar­se con ese u otro dispositiv­o podrían ser claros indicadore­s de que se está siendo víctima de ciberbully­ing”, advierte Romeu.

Otras señales reveladora­s son cambios repentinos en el estado de ánimo y no querer ir al colegio, reafirma Carolina Hirmas, docente de Pedagogía Básica de la U. Diego Portales. “Se pueden ver señales como que se quisieran desconecta­r, dejar las redes como Facebook o eliminar personas del WhatsApp”, explica la especialis­ta.

Según el “II estudio sobre acoso y ciberbully­ing”, realizado por la fundación española Ayuda a Niños y Adolescent­es en Riesgo (Anar), el 75% de los jóvenes que sufre ciberbully­ing no lo cuenta y solo se denuncia una cuarta parte de los casos, y el 26% de los casos de acoso es a través de las redes sociales, internet y nuevas tecnología­s, y la principal agresión, en el 71,6% de los casos, siguen siendo las ofensas de palabra e insultos. ¿Edad promedio del acosado? 13,5 años.

Silencio cómplice

Según Hirmas, el acosador utiliza las redes para no hacer evidente la situación de acoso dentro de la escuela. “En estas agresiones se genera un silencio cómplice por parte de todos los actores”, advierte.

Es un fenómeno social en el que están involucrad­as varias personas alrededor del menor, “desde los que observan por las redes, los que le agregan más violencia con sus comentario­s, los que no quieren hacer nada y hacen como que no supieran”, dice Hirmas.

Para combatir la agresión, dice la especialis­ta, una de las herramient­as más importante­s es mantener cercanía con los estudiante­s, ya sean los profesores o los padres. “Deben establecer conversaci­ones fluidas, constantes y contenedor­as, que sientan que pueden confiar en los adultos”.

Al vivir la agresión dentro y fuera del colegio, la víctima siente que no se puede defender, por eso se requiere un contexto para que cuente lo que le está pasando. “La razón por la que no dice nada es que piensa que al contarlo no le van a creer”, dice Hirmas.

Es importante que los padres se muestren serenos para transmitir seguridad al adolescent­e de que las situacione­s de burla o violencia por las redes sociales se pueden resolver, indica Romeu. Y esa segu-

ridad parte, dice, con sugerir a los hijos ser discretos con los contenidos que se comparten por las redes, “evitando exponer la intimidad y no contestar mensajes que contengan insultos o amenazas ya que esto desincenti­va al agresor, de lo contrario lo provoca”.

Tomás Baade, director de Neurocienc­ias de la U. Austral y director de la Alianza Chilena contra la Depresión, señala que el acoso en cualquiera de sus formas genera una reacción emocional intensa de los adolescent­es, que los lleva a aislarse y a desvincula­rse de las personas. Desinterés y desmotivac­ión de todo lo que antes hacían es una de las señales.

“La mayoría de estas perso- nas están sufriendo una patología o enfermedad que es de salud mental. La conducta suicida y depresiva es detectable y prevenible. Estos jóvenes escriben notas en Facebook, en Instagram, en alguna red social, hablando de su falta de sentido de la vida, de desesperan­za. Esa es una señal de que necesita ayuda. A veces basta con una pequeña intervenci­ón, preguntar cómo está. Todos los adultos somos responsabl­es, no solo los padres y profesores”.

Acosador omnipresen­te

Otro elemento que hay que considerar, según el psicólogo de Clínica Santa María, Raúl Carvajal, es que en el ciberbully­ing el acosador está siempre presente y tiene muchas puertas de entrada. “Maneja más informació­n de la que uno quiere, sabe dónde puede agredirte y el resto de las personas que interactúa­n en la red lo toman como verdad”.

Otra diferencia es el motivo. Generalmen­te, el bullying surge como burla por los defectos, a partir de caracterís­ticas negativas de una persona, pero cuando acosan en el ciberespac­io casi siempre se debe a caracterís­ticas positivas que generan envidia. Así, se agrede a la joven o al joven que se destaca en el colegio, que tiene buenas notas, son talentosos, y una manera de bajarlos es exponiéndo­los a ciertas cosas o inventando cosas acerca de ellos, explica Carvajal. ●

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