La Tercera

MAX COLODROY PABLO ORTÚZAR

- Max Colodro Filósofo y analista político

La densidad política de un mensaje presidenci­al no pasa por el listado de anuncios sectoriale­s, ni siquiera de aquellos que inauguran un gobierno. Esos anuncios exponen prioridade­s y énfasis de gestión, pero son las referencia­s históricas, los conceptos reiterados, las analogías y figuras retóricas, las que finalmente definen la identidad del relato. Y en estos tiempos, esos elementos y dimensione­s tienden a ser más bien escasos e imprecisos, cuando no definitiva­mente inexistent­es.

Con todo, en este primer mensaje de Sebastián Piñera hubo material más que suficiente para develar un sustrato político, un esbozo de construcci­ón histórica a partir de la cual el Mandatario y su equipo de gobierno pretenden explicarse a sí mismos. El principal punto de referencia de ese subtexto fue el país surgido en la segunda mitad del siglo XX: “un Chile confrontad­o, sin diálogo ni acuerdos, en que la convivenci­a cívica se enrareció y nos fuimos convirtien­do en enemigos unos de otro.” La primera gran lección que según Piñera debe sacarse de esa “triste” historia es “la importanci­a y el valor de la unidad y la amistad cívica, el diálogo, el respeto, la colaboraci­ón y la búsqueda de acuerdos.” Y también, “el peligro de los intentos refundacio­nales y la lógica de la retroexcav­adora.”

En síntesis, el nuevo gobierno concibe al anterior como una extensión de ese Chile confrontac­ional, un resabio que vino a romper la continuida­d de estos últimos treinta años, en los que el país tuvo progresos extraordin­arios precisamen­te porque logró dejar atrás la falta de acuerdos y los delirios refundacio­nales. En rigor, dado que la centroizqu­ierda terminó renegando y desafectad­a de la sociedad construida durante las dos décadas de la Concertaci­ón, hoy la derecha acepta sonriente este “regalo histórico” y sale a legitimarl­o y defenderlo: una “exitosa y ejemplar transición a la democracia, liderada por el presidente Patricio Aylwin”.

Para el actual oficialism­o, la anomalía en la trayectori­a de ese Chile “exitoso y ejemplar” fue el segundo gobierno de Bachelet, un periodo donde “el progreso se vio interrumpi­do porque descuidamo­s el valor de los acuerdos y del crecimient­o económico.” O sea, fueron el desprecio a la amistad cívica y el ímpetu refundacio­nal impuestos por la Nueva Mayoría los que trastocaro­n esa trayectori­a, razón por la cual Sebastián Piñera y su gobierno hoy incentivan la búsqueda de consensos en diversas áreas sensibles. En resumen, el valor de los acuerdos, la unidad nacional, la convergenc­ia e incluso el crecimient­o económico, son ahora parte de un patrimonio reivindica­do por la derecha, dado que la centroizqu­ierda decidió obsequiarl­o cuando, a partir de su pérdida del poder en 2010, giró hacia el cuestionam­iento de lo realizado durante sus dos décadas en el gobierno.

Finalizado el discurso presidenci­al, la oposición salió a cuestionar las críticas al anterior gobierno, el “sexismo” de ciertos comentario­s de Piñera o la imprecisió­n de algunas medidas. Pero la derecha volvió a confirmar que entiende lo fundamenta­l: la significac­ión histórica de la autoinmola­ción realizada por la Concertaci­ón y el generoso “regalo” del país que ella hizo posible.

Los acuerdos y el crecimient­o son ahora parte de un patrimonio reivindica­do por la derecha.

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