“No corresponde la discriminación positiva en el Premio Nacional”
1 En tanto movimiento de mujeres, suma la experiencia de los movimientos sociales de fines del siglo XX, que en América Latina se articulan desde la interseccionalidad de las luchas y el uso intensivo de nuevas tecnologías. Hace un uso deliberado de los símbolos públicos que sustentan al poder para torcer el sentido común y forzar la toma de conciencia respecto de la naturalización del patriarcado. Usa la subversión y la ironía como herramientas de acción, y pone al propio cuerpo en riesgo para producir una apropiación pública: una mujer a quien no se ha reconocido soberanía sobre su propio territorio. Y quiere tener, al igual que el control de la reproducción en su cuerpo, el control de la producción de sentido.
2 Estudiar historia es diferente a ser reconocida como “historiadora” o “historiador”: los criterios de autoridad siguen el canon del reconocimiento de una voz autorizada en tanto voz masculina. Una voz que encarna la figura del padre, pues norma, disciplina y habla en nombre de “la verdad”. Ha sido muy recurrente la invisibilización de las “ayudantes”, que han sido historiadoras “pares” de sus colegas, sus parejas muchas veces, en los trabajos publicados o en la divulgación de resultados y tesis de interpretación.
3 El premio fue creado en 1974, lo que señala el lugar de la historia en la ideología del Estado nacional en su vertiente más patriarcal: una dictadura militar. Dicho esto, no me parece que se deba aplicar discriminación positiva, menos aún como respuesta a la coyuntura política. Otorgarlo hoy a una mujer puede ser leído por el público general como una “concesión”, más que como un reconocimiento a su trayectoria.