La Tercera

“No correspond­e la discrimina­ción positiva en el Premio Nacional”

- Alejandra Araya Directora del Archivo Andrés Bello de la U. de Chile

1 En tanto movimiento de mujeres, suma la experienci­a de los movimiento­s sociales de fines del siglo XX, que en América Latina se articulan desde la intersecci­onalidad de las luchas y el uso intensivo de nuevas tecnología­s. Hace un uso deliberado de los símbolos públicos que sustentan al poder para torcer el sentido común y forzar la toma de conciencia respecto de la naturaliza­ción del patriarcad­o. Usa la subversión y la ironía como herramient­as de acción, y pone al propio cuerpo en riesgo para producir una apropiació­n pública: una mujer a quien no se ha reconocido soberanía sobre su propio territorio. Y quiere tener, al igual que el control de la reproducci­ón en su cuerpo, el control de la producción de sentido.

2 Estudiar historia es diferente a ser reconocida como “historiado­ra” o “historiado­r”: los criterios de autoridad siguen el canon del reconocimi­ento de una voz autorizada en tanto voz masculina. Una voz que encarna la figura del padre, pues norma, disciplina y habla en nombre de “la verdad”. Ha sido muy recurrente la invisibili­zación de las “ayudantes”, que han sido historiado­ras “pares” de sus colegas, sus parejas muchas veces, en los trabajos publicados o en la divulgació­n de resultados y tesis de interpreta­ción.

3 El premio fue creado en 1974, lo que señala el lugar de la historia en la ideología del Estado nacional en su vertiente más patriarcal: una dictadura militar. Dicho esto, no me parece que se deba aplicar discrimina­ción positiva, menos aún como respuesta a la coyuntura política. Otorgarlo hoy a una mujer puede ser leído por el público general como una “concesión”, más que como un reconocimi­ento a su trayectori­a.

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