“La violencia contra las mujeres pasó a ser un problema público”
1 No puedo hacer un juicio riguroso, pues es un proceso en pleno desarrollo: se requiere un análisis pormenorizado de sus líderes y de sus demandas. Lo interesante es que es un movimiento de mujeres que, con base en grupos universitarios, capta la empatía y la confianza de una población femenina mucho más amplia. Sus demandas de visibilizar y contener la violencia contra las mujeres, más allá de la exigencia de protocolos institucionales, cuentan con amplio apoyo en un contexto de gran cobertura de prensa. Así, un asunto privado pasó a ser un problema público. Esto me parece inédito, como también el que cada vez haya más mujeres que no temen usar el término “feminista”, y que cada vez haya más mujeres y hombres que entienden que el feminismo no apunta a una guerra entre los sexos, sino a la posibilidad de un nuevo pacto social, ventajoso para ambas partes.
2 Cada vez menos. Sin duda, para las primeras mujeres dedicadas profesionalmente a la investigación entre los ’70 y los ’80, no fue fácil, como no lo fue en otras disciplinas con minoría femenina. Junto a la falta de apoyo y de entusiasmo en algunos profesores por formar historiadoras, es más preocupante que algunos de ellos establecieran que los temas verdaderamente relevantes eran, por ejemplo, la historia de la política partidaria, la historia militar o de los modelos económicos, en desmedro de la historia social de la familia, de la salud o del arte, que algunos solían asociar con preocupaciones de mujeres.
3 No. Creo que lo que debería primar es el apoyo a historiadoras e historiadores con trayectorias investigativas sólidas, que trabajen con rigor, que hayan formado a nuevas generaciones. Y que los evaluadores pongan esos méritos por encima del hecho de que sean mujeres u hombres. Entre quienes deberían recibirlo por estas razones, identifico a Isabel Cruz, María Angélica Illanes, Sol Serrano y Ana María Stuven, por nombrar a las que más destaco, académicamente hablando.