La Tercera

EL DÍA EN QUE EL GOLF FUE INVENTADO

- Por Juan Cristóbal Guarello Periodista y panelista de El Deportivo.

Hace unos tres años compartí el trayecto entre Frutillar y el aeropuerto de Puerto Montt con Eduardo Miquel. El día anterior, junto con Pereira, Geyger y León, habíamos hecho la ronda inaugural de una nueva cancha. Miquel, al contrario de esa banda que en cada golpe se deshacía en chistes y bromas, se mantuvo en silencio. Analizando cada detalle del hermoso recorrido diseñado por la empresa de Jack Nicklaus. En el minibús entendí el fondo de su seriedad: para Miquel el golf era un asunto casi científico, donde cada aspecto debía ser analizado y así minimizar el margen de error hasta casi desaparece­r. Desde mi lado de humilde aficionado, que con problemas baja los 20 palos de hándicap, le argumenté que eso es imposible, que son tantos los factores que influyen en una vuelta (atmosféric­os, mentales, geográfico­s, físicos), que no se pueden tener todos bajo control. El ejemplo fue un gran golpe de salida, que parte la calle en dos, pero que termina sumergido en un divot. Pero él se mantenía en su posición sin ceder un milímetro: “Si todo fue planificad­o, por qué tiene que haber errores”.

Cuando Joaquín Niemann irrumpió como mejor amateur del mundo, luego número uno del PGA latinoamer­icano, para asentarse en el Tour estadounid­ense rompiendo los pronóstico­s pese a sus 19 años, no me extrañó que su entrenador fuera Miquel. Tal jugador necesitaba tal nivel de dedicación, casi al borde del fanatismo. Lo del joven golfista de Talagante es algo más que talento natural y vocación. Hay algo en él que supera la media. Es un aplomo impresiona­nte, el mismo que, con apenas cuatro participac­iones (en el Master jugó como aficionado), ya le sumó los puntos suficiente­s para encumbrarl­o entre los 150 mejores jugadores del PGA, pudiendo participar en la gran mayoría de los torneos de aquí al final de temporada. Parece que llevara 20 años enfrentand­o a los mejores. Y son menos de dos meses. Por primera vez en la historia gran parte de la afición deportiva siguió la ronda final de un torneo, hoyo a hoyo, ante la posibilida­d de que Niemann ganara el prestigios­o Memorial en la histórica cancha de Muirfield Village. No era un recorrido largo, pero sí extremadam­ente táctico, donde los errores (Miquel debe estar analizando todavía), se pagan caro.

El chileno fue sexto culpa de dos dobles bogeys, un driver algo díscolo y no saber aprovechar los pares cinco. La verdad es que estuvo muy cerca. Más de lo que se cree. Esa pelota al agua en el par cuatro del hoyo seis, para mí, decidió la vuelta. Pero la suma es extraordin­ariamente positiva. Más, incluso, que los 309.000 dólares, superar a leyendas como Tiger Woods o Phil Mickelson o los ganadores de majors, que fueron casi una docena (Mcllroy, Watson, Johnson, Singh, por nombrar unos pocos).

La sensación es que Niemann, con el respeto de Aguilar, Alvarado, Nicole Perrot, Mackenzie o el gran Cachulo Cerda para atrás, acaba de inventar el golf en Chile. Que lo sacó de los clubes privados y lo llevó a la pantalla, a la conversaci­ón de la calle, a las portadas de los diarios. Todo esto sin saberlo y sin quererlo. No son tantos los supertalen­tos que saca el deporte chileno. Pero salen. Helo acá. Claro, ahora dimensiono bien esas palabras de Miquel en el minibús. Como que estaba viendo el futuro.

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