De cabeza al trono
Un gol de Diego Valencia a los 114’ le da a la Roja el primer oro de la historia en el fútbol de los Odesur.
La selección chilena de fútbol tocó el cielo en el último suspiro del alargue de su final ante Uruguay, con un tanto de Valencia en el minuto 114 que vale oro.
No supieron la Roja y la Celeste sacarse ventaja en una primera mitad absolutamente plana. Empataron a todo. O tal vez nada. A ambas escuadras les faltaron ideas y les sobraron ganas.
Como en un juego de espejos, dispusieron los técnicos de los dos combinados dos
FÚTBOL MASCULINO. En el segundo tiempo reglamentario, Diego Valencia anotó el gol del triunfo ante Uruguay.
disposiciones tácticas prácticamente idénticas y, en honor a la verdad, lucieron algo mejor los charrúas en ese panorama estéril durante buena parte del primer tiempo.
No lograron disparar entre los tres palos los pupilos de Robles durante los primeros 45’. La potencia de Uribe y las proyecciones de Ibacache y Fernández por los costados aportaron variantes, pero no consiguieron hacer nunca la diferencia. Amparados en su sólida estructura defensiva, los uruguayos fueron creciendo.
Tampoco necesitó intervenir en demasía el arquero chileno, que se mostró seguro con los pies en la salida de balón, pero que apenas tuvo que sacar a relucir sus guantes. De manera que la anodina y agarrotada primera fracción concluyó sin goles, a medio camino entre la tensión contenida y el bostezo.
Mejoró el equipo de Robles, sin embargo, con la llegada de la segunda mitad, y también, en líneas generales, el trámite del juego. Un centro muy pasado de Gabriel Rojas desde el costado izquierdo, recién iniciado el complemento, encontró entonces la cabeza de Díaz, que remató forzado, casi sin ángulo, estrellando su testazo en el larguero. El susto infligido, y un vistoso centro de rabona del propio Díaz desde la derecha, terminó por desperezar a la tribuna y por espolear al equipo chileno, que por primera vez en el partido pudo adivinar el temor en el rostro de su adversario.
Sin puntería y atenazados ya, a esas alturas del encuentro, por la altitud y el miedo, los finalistas terminaron dando por buenas las tablas y enviaron el partido al alargue. Una prórroga en la que sucedió más bien poca cosa, pero que los cerca de 7.000 espectadores presentes en las tribunas aceptaron como una segunda invitación al juego, despertando de su letargo para arengar a los exhaustos combatientes.
Pero cuando la final parecía condenada a decidirse desde los doce pasos, ocurrió el milagro. Ibacache apuró la línea de fondo y centró al corazón del área, donde el cruzado Diego Valencia, uno de los jugadores de refresco, metió la cabeza para enviar el cuero al fondo de la malla. Un tanto que desataba el delirio chileno. Un gol de oro para un oro inédito. ●