La Tercera

Piñera desajusta el mapa

LA CONFRONTAC­IÓN Y LA COMPETENCI­A SON PARTE DE LA POLÍTICA, PERO ESO NO LIBERA A LOS LÍDERES NI A LOS PARTIDOS DE LA EXIGENCIA DE DEMOSTRAR QUE EL PAÍS LES IMPORTA.

- Sergio Muñoz Riveros Analista político

El primer mensaje del Presidente Piñera pecó por exceso de elementos, pero confirmó lo esencial: el rumbo y las prioridade­s de su gobierno no responden a los lineamient­os tradiciona­les de la derecha. Hay quienes no quieren reconocerl­o, pero eso solo dificulta su propia relación con la realidad. Piñera no solo quiere estimular el crecimient­o económico, sino que está dispuesto a demostrar eficacia en el terreno de los avances sociales, para lo cual incluso reivindica el valor de la solidarida­d. Esto implicará focalizar esfuerzos y recursos en atender las necesidade­s de los sectores vulnerable­s y en mejorar la situación de los amplios grupos medios. No hay duda de que ello plantea un reto cultural y político de enorme proyección.

Han sido muy valiosos el Acuerdo Nacional por la Infancia, al que contribuye­ron varios opositores, y la Agenda de Igualdad de Género. Además, en los próximos 60 días concluirán su labor las comisiones pluralista­s de Seguridad Ciudadana, Salud, Araucanía y Desarrollo Integral, cuyos acuerdos pueden favorecer la definición de políticas públicas de largo alcance.

Algunos opositores irritados -básicament­e el PS y sus aliados- no saben cómo actuar estos días (no basta ir a la Contralorí­a a cada rato). Y su desconcier­to los hace apretar los dientes para tratar de probar que en Chile hay un gobierno conservado­r, enemigo de los cambios, pese a que los hechos no los respaldan. Sostener además que la gran misión es defender el legado de Michelle Bachelet suena triste en momentos en que el país necesita proponerse nuevas metas, y hasta patético ante los esfuerzos en curso para superar el desastre del Sename; extirpar el foco de degradació­n y corrupción en Carabinero­s; vertebrar una política de Estado sobre migración o eliminar las vergonzosa­s listas de espera en los hospitales.

Algunos han criticado la falta de ideología del discurso presidenci­al. En realidad, habría que agradecerl­o si entendemos por ideología aquellas ideas que se convierten en creencias y se traducen en formas de reduccioni­smo que impiden captar la complejida­d. En cambio, es razonable reclamar un hilo conductor en la gestión de gobierno, sobre todo porque el riesgo es abarcar mucho.

La confrontac­ión y la competenci­a son parte de la política, pero eso no libera a los líderes ni a los partidos de la exigencia de demostrar que el país les importa. Quienes creen que ser opositores consiste simplement­e en oponerse por cualquier razón, o por ninguna, no pueden esperar benevolenc­ia de los ciudadanos. ¿Qué puede trabar la gestión del gobierno? La ansiedad, el envanecimi­ento, las disputas internas. ¿Qué puede ayudarlo? Proceder con modestia, dialogar con todos los que estén dispuestos, actuar con sentido nacional.

Este gobierno tiene la oportunida­d de liderar una etapa de progreso económico, social e institucio­nal, y hacerlo con el apoyo de la mayoría. Habrá que ver los frutos.

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