El Vaticano anunciará la remoción del obispo Barros antes de llegada de Scicluna
Hasta anoche se manejaba como inminente el hecho de que el Vaticano comunicaría la aceptación de renuncia del prelado de Osorno, acusado de encubrir a Karadima. En un siguiente paso, otros seis obispos serían marginados.
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“Acá está todo con preparativos, estamos agrandando un poco la sala de prensa, con un escritorio más, para recibir a los periodistas la próxima semana. Aparte de eso, no se sabe mucho”, se informó ayer desde el Obispado de Osorno.
En esa diócesis se respiraba una cierta cuota de expectación. Su titular, Juan Barros, durante la mañana estuvo trabajando en la sede obispal de Av. Juan Mackenna, a 50 m de la Plaza de Armas, y por la tarde ya no se le vio. “Ojalá pase algo pronto”, declaró el vocero de los laicos, que se oponen a la gestión del prelado Juan Carlos Claret.
El tema ha sido tocado y manejado. Debatido. Medidas de corto, mediano y largo plazo. Eso fue lo que anunció el Papa Francisco el 11 de abril, cuando envió una carta a los obispos de Chile, diciendo que sentía “dolor y vergüenza” por el tratamiento que la Iglesia había dado a las víctimas de abusos y a las denuncias de este tipo.
Entre los objetivos de esas medidas el Pontífice destacó “restablecer la comunión eclesial en Chile, para reparar, en lo posible, el escándalo y restablecer la justicia”.
Y ahora, según informaron diferentes fuentes de Iglesia a La Tercera, se estaría en la antesala de la primera de estas decisiones: la inminente aceptación de la renuncia de Barros, que ocurriría de todos modos antes de que llegue a Chile la nueva misión Scicluna, programada entre el 12 y el 19 de junio.
“Esta decisión tiene que ver con la mala evaluación que habría en el Vaticano respecto de cómo se ha manejado todo este episodio”, se comentó, fundamentalmente tras del encuentro de los obispos con el Papa.
En todo este marco, el concejal Carlos Vargas, del grupo de laicos, reconoce su escepticismo: “En los cuadros que presenta la Iglesia respecto del tema, donde esta trata de decir cosas y al final no se dice mucho, todos los obispos renunciados siguen haciendo lo mismo; por lo tanto, aflora la desconfianza sobre lo que pueda ocurrir”.
Además, uno de los sacerdotes que han apoyado la movilización contra Barros, Peter Kliegel, estaría alistando una misa de reconciliación, que también causa polémica, pues no todos los opositores a la gestión del obispo están de acuerdo.
Camino iniciado
Junto con el retiro de Barros del episcopado, aunque probablemente no con la misma celeridad, la si-
Denunciante de “cofradía” pide que Goic no indague
guiente medida que se maneja en el Vaticano sería la aceptación de la renuncia de un grupo de entre 5 y 6 prelados. Los nombres que surgen son fruto de la especulación. Sin embargo, desde un principio de la actual crisis se consideró que los obispos de Talca, Horacio Valenzuela, y Linares, Tomislav Koljatic, ambos apuntados como cercanos al expárroco de El Bosque, Fernando Karadima (condenado canónicamente por abusos), tal como el propio Barros y el obispo auxiliar de Santiago, Andrés Arteaga, figuraban como posibles nombres para ser reemplazados, en el corto o mediano plazo.
Desde la carta del Papa a los obispos, en la que por primera vez se puso nombre y apellido a la crisis que vive la jerarquía de la Iglesia Católica chilena, se sucedieron diferentes instancias de encuentro y diálogo.
La primera fue la invitación al Vaticano a tres víctimas de Karadima: Juan Carlos Cruz, José Andrés Murillo y James Hamilton. Todos ellos entregaron su testimonio al Papa Francisco, en la Casa de Santa Marta, que es la residencia del Pontífice.
Luego vino la visita de 31 obispos activos de la Conferencia Episcopal a Roma, más tres eméritos, a quienes en su gran mayoría no se les permitió alojar en Santa Marta. Fue en esta instancia donde todos presentaron su renuncia.
Y recientemente ocurrió la visita al Vaticano, también tras invitación personal del Pontífice, de 6 sacerdotes y 2 laicos, que fueron víctimas de abusos de Karadima o acompañaron a quienes sufrieron distintas formas de apremio en ese entorno.
En todo este escenario, en el cual el Pontífice ha mostrado de diferentes maneras su evaluación negativa de la forma como la jerarquía de la Iglesia chilena ha manejado el caso, se anunció la semana pasada una segunda misión a Chile del arzobispo de Malta, Charles Scicluna, y del sacerdote español Jordi Bertomeu.
Sin embargo, esta nueva misión pastoral, a diferencia de la que ambos religiosos efectuaron en febrero pasado, cuando llegaron al país para recabar testimonios respecto del supuesto encubrimiento del obispo Juan Barros, tiene dos lugares claros de asentamiento: las diócesis de Santiago y Osorno, donde justamente se han concentrado las denuncias.
Se espera que en esta visita también se anuncien medidas de corto plazo. “Esta visita tiene una intención bien dirigida, que es comunicar las decisiones que el Papa haya tomado”, señaló hace poco el abogado canonista de Voces Católicas, Alejandro Álvarez.b Elisa Fernández, la mujer que denunció al sacerdote de Paredones, Luis Rubio Contreras, y a otros párrocos, de ser parte de una “cofradía” de religiosos autodenominada “La Familia”, y cuyos miembros, se presume, habrían cometido actos impropios y eventuales abusos, solicitó al Vaticano que el obispo de Rancagua, Alejandro Goic, quede excluido del equipo investigador de los hechos que habrían ocurrido en la diócesis.
En la carta dirigida a la Santa Sede, y de la que informó anoche t13, Fernández pide que en lugar del prelado se nombre un plantel indagador externo y “que sea imparcial”. “A estas alturas solo puedo pensar que (Goic) buscaba encubrir, y debe ser investigado él junto con los sacerdotes, por no haber actuado con celeridad, con prontitud y con la diligencia que correspondía”, manifiesta la denunciante en la misiva, que ya fue remitida por la Nunciatura al Vaticano vía valija diplomática.