Positivas señales de la OEA frente a Venezuela
La aprobación de la resolución que desconoció la elección de Nicolás Maduro y abrió el camino a una eventual suspensión de ese país de la OEA es un paso positivo, aunque aún insuficiente.
En su artículo 19 la Carta Democrática Interamericana es clara al señalar que “la ruptura del orden democrático o una alteración del orden constitucional (…) en un Estado Miembro constituye un obstáculo insuperable para la participación de su gobierno” en los distintos órganos de la OEA. Pese a ello, el camino transitado por ese organismo multilateral para tomar una acción decisiva frente a la severa crisis económica, humanitaria e institucional que atraviesa Venezuela bajo el régimen de Nicolás Maduro ha sido lento y ha puesto en duda su real efectividad. Un dirigente opositor acusó incluso a esa entidad de ejercer una “diplomacia contemplativa”. Sin embargo, lo sucedido el martes en el cierre de la 48 Asamblea General del organismo en Washington, con la aprobación de la “Resolución sobre la situación de Venezuela”, presentada por Estados Unidos y otros siete países, entre ellos Chile, es sin duda un paso positivo, aunque tardío y aún insuficiente, para lograr un cambio efectivo en la crítica situación que vive ese país sudamericano.
Pese a ser aprobada sólo por 19 votos, lejos de los 24 necesarios para iniciar efectivamente el proceso de suspensión de Venezuela de la OEA, la resolución va un paso más allá de lo conseguido hasta ahora en ese organismo. Ello porque el texto es claro no sólo en desconocer la legitimidad del proceso electoral que llevó a la reelección de Nicolás Maduro el 20 de mayo pasado “por no cumplir con los estándares internacionales (…) y sin las garantías necesarias para un proceso libre, justo, transparente y democrático”, sino además en hacer un llamado a aplicar los mecanismos contenidos en la Carta Democrática para “preservar y defender la democracia representativa”. Con ello se abre finalmente un espacio para avanzar en la suspensión de Venezuela de ese organismo. Si bien es cierto que Caracas inició el año pasado su proceso para abandonar la OEA, mientras ello no suceda –lo que demoraría dos años- debe seguir cumpliendo con las normas acordadas tanto en la Carta fundacional de la organización, como en la Carta Democrática.
Si bien aún se necesitan cinco votos para la suspensión, lo sucedido esta semana dio cuenta de un evidente giro en algunos de los tradicionales aliados de Venezuela. Nicaragua o San Cristóbal y Nieves, por ejemplo, que en otras ocasiones se habían opuesto a resoluciones contra el régimen de Maduro, esta vez se abstuvieron. Un hecho que se suma a la nueva posición mostrada por Ecuador desde la llegada de Lenín Moreno al poder –ese país, que acostumbraba apoyar a Caracas, se ha abstenido en las dos últimas votaciones. Lo anterior revela el creciente aislamiento en que se encuentra el régimen venezolano y abre el camino a un cambio en la manera en que el hemisferio ha abordado la situación. Es valiosa en ese sentido la posición asumida por Chile, que debe ahora trabajar activamente, junto a los demás países patrocinantes de la resolución, para sumar los respaldos que aún faltan. El drama humanitario que aflige a Venezuela y el creciente éxodo de sus habitantes exige a la región dejar atrás los tiempos de la “diplomacia contemplativa”.