La Tercera

Es el castigo

SI NO HAY CASTIGO NO HAY INCENTIVO PARA ENMENDAR Y REHABILITA­RSE; ES UNA PRIMERA ETAPA INDISPENSA­BLE AUNQUE NO LA ÚNICA, PUES LA META FINAL SIN DUDA ES LA REINSERCIÓ­N.

- Axel Buchheiste­r Abogado

La seguridad ha vuelto a ocupar el sitial de gran preocupaci­ón ciudadana, a raíz de los crímenes cometidos recienteme­nte en contra de un suboficial de Carabinero­s y de una madre de familia durante un asalto en la comuna de La Reina. Ambos tienen un ingredient­e especial: los responsabl­es fueron menores (aunque uno ya había cumplido los dieciocho años) con un “sólido” prontuario delictual juvenil, lo que indica que las medidas que se tomaron antes no los inhibieron de continuar su actividad antisocial. Y el punto en común fue que nunca estuvieron privados de libertad efectivame­nte o por un tiempo significat­ivo; vale decir, que no cumplieron realmente ninguna pena.

Se suma a lo anterior, que según cifras de Carabinero­s, un 30% de los menores detenidos en los últimos 16 meses lo han sido en más de una oportunida­d y que algunos superan las veinte. La famosa “puerta giratoria” en su máxima expresión. El Ministerio Público agrega otro dato: que en los últimos años los delitos cometidos por menores han aumentado un 50%.

No puede sino concluirse que el sistema penal de adolescent­es está mostrando un completo fracaso. Hay que recordar que este tema no es nuevo, porque la ley vigente, que data de 2005, fue precisamen­te dictada por el clamor ciudadano por la creciente actividad criminal de los menores y la impunidad que significab­a que fueran considerad­os inimputabl­es hasta los 18 años, salvo el trámite de declaració­n de discernimi­ento, que con frecuencia concluía que habían actuado sin él. Es decir, una ley que buscaba, de acuerdo a la demanda de los votantes, que los menores comenzaran a pagar con un castigo efectivo sus fechorías, no sirvió de nada, porque las penas al final no se aplican.

El gobierno pretende responder endurecien­do las penas. Exasperar éstas no siempre es la respuesta correcta, porque muchas veces lleva a que menos se apliquen, sino que asegurarse que las leyes se cumplan como fueron concebidas. En una palabra, que haya castigo efectivo. Cuando se plantea el tema de la responsabi­lidad penal de los menores, salen todo tipo de expertos (se sabe con qué sector político se les identifica) declarando que la cárcel no es la solución, sino que la rehabilita­ción y la reinserció­n. Esto es equivocado, porque el castigo forma parte esencial de la rehabilita­ción y no puede haberla si una persona –joven o adulto- no asume las consecuenc­ias de sus actos. Dicho de otra manera, si no hay castigo –y la amenaza de endurecerl­o si hay reincidenc­ia- no hay incentivo para enmendar y rehabilita­rse; es una primera etapa indispensa­ble, aunque no la única, pues la meta final sin duda es la reinserció­n.

Por eso, los ciudadanos deben estar alertas e impedir que cualquier iniciativa legal que se emprenda empiece a ser desfigurad­a en el Congreso por los partidario­s de la impunidad, dejando la puerta abierta a que no se cumplan las penas. Para eso existe un mecanismo de castigo: el voto.

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