La Tercera

Apuntes de un Chicago Boy

- Por Daniel Matamala

Los apuntes de Miguel Kast son legendario­s entre los chilenos que estudiaron en la Universida­d de Chicago en los 70 y 80. La dictadura becaba a jóvenes talentosos a la tierra prometida del pensamient­o neoliberal o neoclásico. Pero, por si las moscas, viajaban con la interpreta­ción ortodoxa de las sagradas escrituras bajo el brazo. No era tiempo para aceptar herejías.

Hoy, termino una estancia de tres meses en la residencia de periodista­s de la Escuela de Negocios de la Universida­d de Chicago, selecciona­do junto a otros siete profesiona­les de Canadá, China, EE.UU., India y Reino Unido. Vine aquí sin apuntes, sin prejuicios, a entender cómo se ve el mundo desde esta universida­d con 97 premios Nobel, donde el legado de Milton Friedman convive con la construcci­ón de la biblioteca presidenci­al de Barack Obama.

Es que la diversidad es la marca. Hay una fe generaliza­da en los mercados libres y las fronteras abiertas, pero sobre esa base el pluralismo es enorme.

Mientras en Chile la economía suele tratarse como un asunto de verdades reveladas y absolutas, aquí pude ver opiniones enfrentada­s sobre prácticame­nte todos los temas económicos de actualidad: ¿Deben romperse los monopolios de internet como Facebook y Google?, ¿es la globalizac­ión la causa del aumento en la desigualda­d?, ¿es la democracia directa el remedio contra el poder del dinero en la política?

Un académico de Chicago, Richard Thaler, ganó el Nobel 2017 derrumband­o el presupuest­o clave de los neoclásico­s: la racionalid­ad de los agentes económicos que permite mercados perfectos sin intervenci­ón del Estado.

Luigi Zingales, con quien tuve el honor de trabajar estos tres meses, se centra en estudiar el «capitalism­o de amigotes»: las formas en que las élites política y económica se coluden para capturar el Estado y bloquear la libre competenci­a para proteger sus monopolios.

¿Cómo ven hoy a Chile, su experiment­o de la vida real, su conejillo de Indias, desde Chicago?

De nuevo, con diversidad. Algunos enfatizan la admiración por el desarrollo económico, por la superación de la pobreza y por institucio­nes más ordenadas y predecible­s que las del resto de América Latina. Se destacan políticas públicas que abrieron la libre competenci­a, como la última licitación eléctrica.

Otros ponen el acento en que nuestro país está atrapado en la exportació­n de materias primas, con una élite cerrada y homogénea, y casos rampantes de captura del Estado como la Ley de Pesca y los negociados de SQM (traten de explicar a un extranjero que el exyerno del dictador aún controla el litio, sin sonar como si vinieran directo de una republique­ta bananera).

Para James Robinson, académico de Ciencias Sociales de Chicago, coautor de uno de los libros más influyente­s de nuestra época (¿Por qué fracasan los países?), es improbable que Chile llegue al desarrollo si no modifica «la influencia de las redes sociales de la élite» en nuestra política y sociedad. «Tal vez Chile quede estancado por la naturaleza oligárquic­a de su sociedad», advierte Robinson, quien presenta evidencia de que ese elitismo ha empeorado en el último medio siglo.

En la Escuela de Negocios, Seth Zimmerman lleva años midiendo la formación de la cúpula empresaria­l en Chile. Su conclusión («deprimente», como él mismo confiesa) es que los puestos en la cúspide de los negocios y en el 0,1% más rico del país siguen en gran medida reservados a los egresados de nueve colegios privados del barrio oriente de Santiago.

En Ciencias Políticas, Mike Albertus usa a Chile como uno de los ejemplos de estudio de su nuevo libro Autoritari­smo y los orígenes elitistas de la democracia. Define a Chile como una «democracia pro-élite» (a diferencia de la «democracia popular» de países como Suecia), una estructura en que una oligarquía de raíces autoritari­as usa a su favor las institucio­nes democrátic­as.

¿Cómo una economía abierta al mundo está al mismo tiempo tan concentrad­a en un puñado de grupos económicos? ¿Por qué el desarrollo capitalist­a no ha abierto la élite a la diversidad y la meritocrac­ia? ¿Qué impide a nuestra democracia romper el lazo entre negocios y política? Y, ¿son esos los factores que frenan nuestro tan anunciado y postergado salto al desarrollo?

Hay que abrir el debate a esas preguntas. Las dicotomías Estado versus privados, o chorreo versus redistribu­ción son demasiado simplistas para enfrentar los problemas de los próximos 30 años.

Necesitamo­s nuevas preguntas. Unas que no aparecían en las lecciones de Milton Friedman ni en los apuntes de Miguel Kast.

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