Instituciones en el tejido universitario
UN CONSTRUCTO INSTITUCIONAL COMO EL QUE DEBE ECHARSE A ANDAR, DE LEJOS PUEDE VERSE BIEN ARMADO. OJALÁ NO OCURRA QUE AL HACER ZOOM APAREZCA COMO UNA TELARAÑA PARALIZANTE.
Desafío gigantesco es dar vida a las nuevas instituciones que van a participar en la educación superior. Posiblemente, la magnitud de la reforma se dimensiona al ver que tenemos solamente el nombre y funciones de cada entidad; el problema para todo el país, es tener los recursos, la capacidad y la energía para construir edificios inteligentes, llenos de funcionarios especialistas, interconectados en sus definiciones generales y en sus tareas diarias. Podemos ver eso con las nuevas instituciones relacionadas con el quehacer universitario: Subsecretaría, Comisión de Acreditación, Superintendencia, Comités y Consejos variados.
Un organismo menos considerado, desde ese punto de vista, es el nuevo Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación. Ese Ministerio, que sospecho será muy difícil hacerlo volar a gran altura (sospecha que tengo de todo organismo con nombre grandielocuente, que requiere un comité interministerial y un probable escaso presupuesto) tiene una tarea enorme, como se desprende del informe del Senado:
“El Sistema se basa en la colaboración, la coordinación y la cooperación administrativas interinstitucionales dentro del respeto al reparto de competencias establecido en la Constitución y en cada uno de los estatutos de los órganos que lo componen, (Ministerio de Educación; Ministerio de Economía, Fomento y Turismo; Corfo y otros) en la complementariedad con el marco de los sistemas internacionales de ciencia, tecnología e innovación.” Esa coordinación colaborativa, no se va a dar sin incentivos, como lo reitera la experiencia institucional chilena.
Las instituciones, en un sentido utilizado en sociología y en economía, son entidades concretas, u organizaciones, junto a las normas, los valores y la cultura que tiene una sociedad. En esta reforma, ese último conjunto de elementos de carácter simbólico ha sido muy dejado de lado, lo que dificultará la concreción práctica de las normas y organizaciones que se definan. Este es un asunto clave para el diseño específico que el gobierno debe hacer, dentro del marco de las leyes ya promulgadas.
Frente a ese hecho, es más sensato que los líderes de la política, la educación, los intelectuales, intenten una actitud de colaboración proactiva, para identificar lo que debería modificarse por ley (sin tener miedo a cambios que permitan mejorar las instituciones y sus interrelaciones, es decir, al tejido institucional universitario). Los reglamentos y normas complementarias son muy decisivas en este trabajo, sobre todo en instituciones con disposiciones legales muy “abiertas” (Subsecretaría, CNA; Agencia), y en aquellas con una ley que es casi un reglamento (Superintendencia).
Un constructo institucional como el que debe echarse a andar, de lejos puede verse bien armado, con definiciones adecuadas e interrelaciones con un buen dibujo en el tejido institucional. Ojalá no ocurra que después si se hace zoom, se descubra que se parece a una gran telaraña, pegajosa y paralizante.