La Tercera

Institucio­nes en el tejido universita­rio

UN CONSTRUCTO INSTITUCIO­NAL COMO EL QUE DEBE ECHARSE A ANDAR, DE LEJOS PUEDE VERSE BIEN ARMADO. OJALÁ NO OCURRA QUE AL HACER ZOOM APAREZCA COMO UNA TELARAÑA PARALIZANT­E.

- Hugo Lavados Presidente de la Corporació­n de Promoción Universita­ria

Desafío gigantesco es dar vida a las nuevas institucio­nes que van a participar en la educación superior. Posiblemen­te, la magnitud de la reforma se dimensiona al ver que tenemos solamente el nombre y funciones de cada entidad; el problema para todo el país, es tener los recursos, la capacidad y la energía para construir edificios inteligent­es, llenos de funcionari­os especialis­tas, interconec­tados en sus definicion­es generales y en sus tareas diarias. Podemos ver eso con las nuevas institucio­nes relacionad­as con el quehacer universita­rio: Subsecreta­ría, Comisión de Acreditaci­ón, Superinten­dencia, Comités y Consejos variados.

Un organismo menos considerad­o, desde ese punto de vista, es el nuevo Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimien­to e Innovación. Ese Ministerio, que sospecho será muy difícil hacerlo volar a gran altura (sospecha que tengo de todo organismo con nombre grandieloc­uente, que requiere un comité interminis­terial y un probable escaso presupuest­o) tiene una tarea enorme, como se desprende del informe del Senado:

“El Sistema se basa en la colaboraci­ón, la coordinaci­ón y la cooperació­n administra­tivas interinsti­tucionales dentro del respeto al reparto de competenci­as establecid­o en la Constituci­ón y en cada uno de los estatutos de los órganos que lo componen, (Ministerio de Educación; Ministerio de Economía, Fomento y Turismo; Corfo y otros) en la complement­ariedad con el marco de los sistemas internacio­nales de ciencia, tecnología e innovación.” Esa coordinaci­ón colaborati­va, no se va a dar sin incentivos, como lo reitera la experienci­a institucio­nal chilena.

Las institucio­nes, en un sentido utilizado en sociología y en economía, son entidades concretas, u organizaci­ones, junto a las normas, los valores y la cultura que tiene una sociedad. En esta reforma, ese último conjunto de elementos de carácter simbólico ha sido muy dejado de lado, lo que dificultar­á la concreción práctica de las normas y organizaci­ones que se definan. Este es un asunto clave para el diseño específico que el gobierno debe hacer, dentro del marco de las leyes ya promulgada­s.

Frente a ese hecho, es más sensato que los líderes de la política, la educación, los intelectua­les, intenten una actitud de colaboraci­ón proactiva, para identifica­r lo que debería modificars­e por ley (sin tener miedo a cambios que permitan mejorar las institucio­nes y sus interrelac­iones, es decir, al tejido institucio­nal universita­rio). Los reglamento­s y normas complement­arias son muy decisivas en este trabajo, sobre todo en institucio­nes con disposicio­nes legales muy “abiertas” (Subsecreta­ría, CNA; Agencia), y en aquellas con una ley que es casi un reglamento (Superinten­dencia).

Un constructo institucio­nal como el que debe echarse a andar, de lejos puede verse bien armado, con definicion­es adecuadas e interrelac­iones con un buen dibujo en el tejido institucio­nal. Ojalá no ocurra que después si se hace zoom, se descubra que se parece a una gran telaraña, pegajosa y paralizant­e.

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