La Tercera

Piñera encarga a Corfo “fiscalizar duramente” a SQM

- Sergio Muñoz Riveros Analista político

Si coincidimo­s en que la nobleza de un fin no justifica los medios que se emplean para alcanzarlo, tenemos que preguntar entonces qué es lo que justifica un fin. En 1951, Albert Camus respondió sin vacilar: los medios. Estaba pensando en quienes validaban el recurso de la violencia para alcanzar un fin supuestame­nte superior, el proyecto revolucion­ario/totalitari­o que en esa época se imponía en la Europa del Este, y que demostraba que los medios más eficaces eran los de la dictadura.

Muchos académicos viven hoy atemorizad­os por el riesgo de pensar “incorrecta­mente” y ser acusados de oponerse a “correr los límites de lo posible”, como se dice. Ven con impotencia las frecuentes tomas de los recintos universita­rios con las que ciertos grupos tratan de imponer su visión monomaníac­a. En esas circunstan­cias, se vuelven estériles las razones en un espacio destinado precisamen­te a defender los fueros de la razón, y quienes trabajan o estudian allí se convierten en rehenes de los audaces. Lo hemos visto una y otra vez en estos años, y con diversos motivos.

Entre los mentores de las acciones de fuerza suele haber académicos que buscan ganar influencia o poder interno (es su negocio “ideológico”). Además, ciertos rectores y decanos, ya sea por temor o por oportunism­o, tienden a ser complacien­tes con los líderes de las tomas con la ilusión de conseguir un mejor trato. El resultado ha sido deplorable: han erosionado su propia autoridad y han alentado a los expertos en “correr el cerco”.

Davor Harasic renunció como decano de Derecho de la U. de Chile al no poder garantizar el funcionami­ento de la facultad, ocupada por los grupos feministas. Aunque antes apoyó otras tomas, hoy dice que deben ser desarraiga­das de la vida universita­ria. Lo insólito es que, al mismo tiempo, afirma: “Personalme­nte, no habría autorizado el ingreso de la fuerza pública jamás, y por otra parte eso es resorte del rector. En los recintos universita­rios no correspond­e el uso de la fuerza” (EM, 17/06). Harasic no parece darse cuenta de que ese criterio consagra la tierra de nadie, sin leyes ni reglas que respetar. Al decir que “jamás” habría autorizado el ingreso de la fuerza pública, sugiere que la universida­d goza de extraterri­torialidad y que el Código Penal no se aplica allí. Es el terreno abonado para los extravíos.

Las denuncias sobre acoso sexual y la lucha por la igualdad de género son manifestac­iones de una causa justa, pero si se asocian con formas de coacción que dañan a la universida­d, en la práctica anulan su sentido. La experienci­a indica que las buenas causas pueden desnatural­izarse y que en nombre de la justicia pueden cometerse muchas injusticia­s.

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