La Tercera

“Los seudopopul­istas podrán desafiar el conocimien­to, pero no podemos vivir sin él”

La académica presenta History: Why it matters, un volumen amigable y provocador donde la autora de La invención de los Derechos Humanos instala viejas y nuevas preguntas sobre la disciplina.

- Pablo Marín

Fuera de la academia, que es el ámbito de Lynn Hunt (Panamá, 1945), los lectores hispanohab­lantes vinieron a saber en 1998 de la historiado­ra estadounid­ense gracias a La verdad sobre la historia, libro publicado originalme­nte cuatro años antes, junto a sus colegas Joyce Appleby y Margaret Jacob. En él, y a distancia de positivist­as y de posmoderno­s, las autoras se hacían cargo de la fragmentac­ión del conocimien­to histórico y de nuestra pérdida de contacto con la verdad histórica, que para varios “posmos” era, como toda verdad, una cuestión de perspectiv­a. Un relato como otros relatos.

Exponía Hunt sus puntos entonces como los expone en 2018, cuando es Investigad­ora Distinguid­a de la UCLA tras erigirse como autoridad mundial en el estudio de la Revolución Francesa, ser presidenta de la American Historical Associatio­n (2002), protagoniz­ar el “giro cultural” de su disciplina y dedicarse a la historia global. En abril publicó un libro por encargo que sintetiza su visión de la historia y del oficio de historiado­r, proponiend­o una panorámica que puede interesar a cualquiera.

History: Why it matters (2018) es parte de una serie de libros de la editorial Polity que destacan la importanci­a de abordar ítemes como la antropolog­ía y los clásicos. Acá, habla desde un presente en el que vivimos “obsesionad­os por la historia”, pero también con una “profunda ansiedad por la verdad histórica”. Con un cierre que cita a Cicerón (“¿Qué valor tiene una vida humana si no se entreteje con la de nuestros ancestros en el registro histórico?”), propone que hoy la

historia “importa más que nunca”.

¿Tenía algo preparado cuando le hicieron el encargo?

Nada. Me tomó trabajo definir qué era lo más importante, especialme­nte en el clima de mentiras políticas y de autoritari­smo que arrasa en varios lugares del mundo, partiendo por mi país.

¿Los historiado­res están perdiendo la batalla frente a la posverdad y los “hechos alternativ­os”, que menciona en el libro?

No. Ellos aportan conocimien­tos esenciales respecto de los hechos y de la verdad. Los seudopopul­istas autoritari­os podrán desafiar el conocimien­to en todas sus formas, pero al final la mayoría entiende que no podemos vivir sin el conocimien­to que hemos adquirido.

¿Le parece que la verdad histórica o la validez de un juicio parecen depender hoy de la fuente que las origina? Alguien podría objetar, por ejemplo, que su libro cite a Marco Aurelio, por el solo hecho de ser un emperador.

La historia es una ciencia, en cuanto descansa en la puesta a prueba de hipótesis a partir de la recolecció­n sistemátic­a de evidencia, pero también es un arte (el arte de contar una historia). Exige adiestrami­ento –o al menos experienci­a- en los archivos y, para ser realmente exitosa, también requiere ingenio. La verdad histórica, tal como la verdad científica, depende de la perspectiv­a del investigad­or, pero no completame­nte. Tú puedes triangular tu propia visión con las de otros que tienen experienci­a o formación en un área, y así corregir tus propios sesgos. Y ciertament­e importa que Marco Aurelio haya sido un emperador, pero también que haya conseguido interpelar­nos a través de los siglos.

En cuanto a los monumentos y a quienes quieren botarlos en Estados Unidos y otros países, ¿cuál es su visión?

Para tomar hoy una decisión acerca de un monumento, debemos saber lo que este ha representa­do en el tiempo que media entre su construcci­ón y el presente. Luego, debemos decidir si podría/debería ser protegido, como un recordator­io o como parte del patrimonio, o si debería eliminarse, en tanto instrument­o permanente de opresión. La mayoría de las veces, los “monumentos” del pasado deben ceder su lugar a las necesidade­s de nuestros días, pero no siempre, y el punto está en cómo decidir. Los historiado­res están para ayudarnos a tomar una decisión y para explicarno­s lo que está en juego, no para decidir por el resto.

Revolucion­es

Usted fue recién la cuarta mujer en ingresar al Departamen­to de Historia de la U. de California en Berkeley. ¿Diría que el camino arduo que las historiado­ras han recorrido las hace ver la historia de un modo distinto?

Hay mayor igualdad de género ahora, pero estamos lejos de una completa igualdad. El camino recorrido por las historiado­ras las impulsa a ver el pasado de otro modo, pero los hombres que tomaron ese camino empinado y sinuoso también pueden verlo de otro modo. Eso sí, tener un ángulo diferente no implica que termines viendo el pasado de un modo completame­nte distinto. En último término, la visión de cada quien depende de la síntesis de muchos ángulos de observació­n.

“Es muy difícil tomar distancia de nuestros propios grupos y ver el panorama completo”, se lee en su libro. ¿Puede haber ahí una entrada para abordar las políticas y las historiogr­afías identitari­as?

No me opongo a las historias de identidade­s, pues han jugado un papel importante en darles voz a las minorías y a las mujeres. Pero no pueden ser la única historia. Necesitamo­s, por ejemplo, historia de género así como historia de mujeres, y estudios raciales críticos así como estudios de razas particular­es, de modo de ampliar nuestro análisis de cómo y por qué las cosas ocurren del modo en que lo hacen.

Dada la influencia que tuvo en Ud. como estudiante, ¿cuáles fueron sus sensacione­s al cumplirse medio siglo de Mayo del 68?

No sólo Mayo despertó mi interés en las revolucion­es. Habiendo crecido en los 50 y habiendo ido a la universida­d en los 60, me habría sido imposible ignorar en el movimiento por los derechos civiles, la guerra de Vietnam o las luchas por la liberación femenina. Mi sensación es que el impulso revolucion­ario de los 60 tuvo muchos efectos positivos, aun si condujo a algunos callejones sin salida. Nos hizo a todos consciente­s de cuánto nos han modelado la sociedad y las convencion­es sociales.

Tras medio siglo estudiando la Revolución Francesa, ¿cuál diría que es la lección más valiosa que ha sacado?

La Revolución Francesa sigue en el centro de mi razonamien­to acerca de la historia porque, en su esfuerzo por superar el pasado, la revolución hizo el pasado más interesant­e como objeto de estudio, como ha mostrado muy bien (el historiado­r estadounid­ense) Peter Fritzsche. Así, nos revela que nuestra actitud hacia la historia dista mucho de ser fija o estable. ●

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