La Tercera

BALANCE DE LOS PRIMEROS “100 DÍAS”

Si bien es positivo que el gobierno se aleje de un afán refundacio­nal, debe invertir su capital político en generar un ideario más claro.

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Esta semana el gobierno cumplió 100 días en el poder -fecha que aunque solo tiene un carácter simbólico, suele ser profusamen­te explotada por el análisis político- y al han surgido distintas visiones sobre si la administra­ción ha estado a la altura de lo que se esperaba de ella. La “instalació­n” no ha estado exenta de dificultad­es, levantándo­se críticas incluso desde sectores del propio oficialism­o que reclaman falta de definicion­es o una agenda legislativ­a algo escasa.

A diferencia del gobierno de la Presidenta Michelle Bachelet, el actual no diseñó una batería de proyectos pensando en los 100 primeros días. En la administra­ción pasada se propusiero­n 50 medidas, varias de ellas de corte estructura­l como la tributaria o la educaciona­l. El oficialism­o de entonces celebró como gran hito que más del 90% de dichos compromiso­s se hubieran cumplido bajo diversas formas en tan poco tiempo -valiéndose de las mayorías parlamenta­rias-, sin reparar en la alta polarizaci­ón que implicó y en la irresponsa­ble improvisac­ión que caracteriz­ó a este proceso.

Sin duda, los primeros 100 días del Presidente Piñera han sido favorablem­ente muy distintos al período refundacio­nal de entonces. Se han abierto diálogos nacionales, la economía da señales de volver a ponerse gradualmen­te en marcha y el Congreso no ha sido atiborrado de propuestas polarizant­es. Es un clima que en general al país le ha hecho bien, y probableme­nte ello explica que pese a las dificultad­es políticas, la aprobación del mandatario se mantenga en índices altos.

Pero estas primeras señales de fractura que se han advertido en la coalición gobernante no deberían ser desestimad­as ni confiarse en que la prescinden­cia de una política refundacio­nal será suficiente para aplacar las divergenci­as. Parece evidente que el sello que ha tratado de levantar el gobierno grandes acuerdos nacionales, junto con centrar el quehacer de la autoridad en las prioridade­s de la ciudadanía- no son suficiente­s para construir un relato o una “épica” que logre mantener cohesionad­a a la coalición.

Es inevitable que el Presidente de la República arriesgue en algún momento parte de su capital político para emprender reformas de gran calado que, aunque políticame­nte difíciles en un esquema de minoría parlamenta­ria, deberían instituirs­e como el sello propio de una coalición que obtuvo amplio respaldo en las urnas. Así, por ejemplo, al haber abdicado anticipada­mente a una rebaja de los impuestos corporativ­os y optar por no corregir los aspectos más regresivos de la reforma laboral, se ha enviado una equívoca señal respecto del ideario que sustenta un pensamient­o de centrodere­cha. Por otra parte, el zigzagueo que se ha observado en materia valórica, con un ambiguo proyecto de adopción homoparent­al que ha dejado insatisfec­hos a todos los sectores, ha creado desconcier­to.

El desafío que viene ahora para el gobierno es definir una agenda clara, que represente bien a su sector y no deje espacios de duda sobre aquellos aspectos en que invertirá su capital político.

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