EL ROL DE LAS FUERZAS DE IZQUIERDA
La acusación constitucional que el Frente Amplio (FA) impulsó en contra del ministro de Salud -bajo la justificación de que el nuevo protocolo sobre aborto en tres causales implicó una grave infracción a la ley vigente- terminó estrepitosamente derrotada, luego de que la sala de la Cámara de Diputados aprobara por 81 votos la llamada cuestión previa, con lo que la acusación ni siquiera alcanzó a cristalizar como tal. Se trata de un duro golpe político para el FA, cuya primera actuación relevante desde que se instaló como bancada parlamentaria termina naufragando a pesar del respaldo que el Partido Comunista también brindó a esta infundada acusación.
Más allá de la falta de sustento jurídico de esta acusación, este episodio abre la interrogante sobre el aporte que el FA representa para nuestra política. Sus jóvenes parlamentarios han llegado con la intención de cambiar Chile y constituirse en una alternativa distinta a la derecha y la Nueva Mayoría. Pero nada de esta renovación se observa cuando su primera jugada es recurrir a la vieja práctica de fabricar acusaciones constitucionales con el único afán de asestar un golpe al gobierno.
Las fuertes divisiones que han surgido dentro del FA a raíz de la suspensión de funciones del presidente de la FECH -que ha llevado a un congelamiento de las relaciones entre Revolución Democrática y el Movimiento Autonomista- constituyen una señal adicional de que el FA aún no ha cuajado como una fuerza política madura, y su rol en la política parece limitarse por ahora a ser caja de resonancia de los movimientos sociales.
El extravío en que parece haberse sumido el FA y sus aliados directos parece enmarcarse en un fenómeno más amplio, que abarca al conjunto de la centroizquierda chilena. La dura derrota presidencial en las elecciones pasadas provocó una profunda ruptura que ha impedido que los distintos sectores de la izquierda puedan confluir en un proyecto común.
Es llamativo que su actuación política pareciera haberse limitado a la defensa acrítica del legado de la Nueva Mayoría -sin capacidad para colocar nuevas temáticas en la agenda-, y en general condicionando cualquier espacio de diálogo con el gobierno a no tocar los aspectos fundamentales del legado que dejó la anterior administración, lo que como proyecto no reviste mayor alcance.