La Tercera

“Para evitar discrimina­ciones no es necesario torturar el castellano”

A juicio del abogado, extremar la demanda de un lenguaje inclusivo a límites como reemplazar los géneros de las palabras por signos como “@”, “x” o expresione­s como “compañeres” es un absurdo.

- Paula Yévenes

Una de las demandas del movimiento feminista ha sido la exigencia de un lenguaje inclusivo. Fue un punto en el petitorio de las estudiante­s de la Universida­d Diego Portales que abrió un público debate con el rector Carlos Peña, quien en esta entrevista explica por qué se niega a alterar el uso correcto del castellano e invita a sus colegas a defender el idioma.

“Como todo el mundo sabe, el lenguaje es portador de marcadores sociocultu­rales, diferencia­s sociales y formas de vida. Es cosa de leer a Wittgenste­in, quien, no por casualidad, dijo que los límites del lenguaje son los límites de mi mundo, o a Heidegger, para quien el lenguaje era la casa del ser. El idioma es portador de distincion­es o de prejuicios, y en él, desde luego, se infiltran distincion­es que a poco andar se revelan moral o políticame­nte incorrecta­s. Entre ellas está la división sexual del trabajo. Todo esto es obvio y es casi ridículo recordarlo; pero de ahí no se sigue que las universida­des deban transgredi­r las reglas del español para evitar el machismo o la discrimina­ción”, explica Peña.

¿Valora esta demanda en particular?

Si se refiere a la demanda de transgredi­r las reglas del castellano (con el uso de “les alumnes” “compañeres”, la @, la x, etcétera), no, no le concedo valor alguno. Permítame subrayarlo, para corregir la informació­n errónea que (por frivolidad o mala intención) se ha divulgado. Ni yo ni la UDP aceptamos ese tipo de lenguaje. E invito a las universida­des a no aceptarlo. Considero esa petición una demanda innecesari­a y absurda. Innecesari­a, porque para evitar exclusione­s no es necesario torturar el castellano o violar sus reglas, y absurda, porque un lenguaje como ese hace prácticame­nte imposible la comunicaci­ón, es un sociolecto o idiolecto que quiere ser impuesto o generaliza­do mediante la presión estudianti­l. Algo así es inaceptabl­e.

¿Cuál es su definición de un lenguaje inclusivo?

Un lenguaje inclusivo es un lenguaje que no confiere predominan­cia a un género en cuestiones social o políticame­nte relevantes. La palabra persona, por ejemplo, es inclusiva; la expresión integrante­s de la comunidad, también. Es po- sible evitar exclusione­s empleando bien el castellano, sin torturarlo a extremos ridículos.

¿Cree que se puede contener el lenguaje frente a usos y costumbres, o en este caso, de las “x” y las “@”? ¿Percibe que se trata de una postura temporal?

El lenguaje es una institució­n o uso social, que depende del prestigio de los hablantes y de la funcionali­dad que posea. El italiano que hoy conocemos es la lengua de Dante; el castellano, la de Cervantes, etcétera. La unificació­n del lenguaje italiano o castellano pasó por un proceso político complejo y evolutivo, pero eso es muy distinto a una apresurada presión estudianti­l. Transforma­r el cambio de las reglas del castellano en una propuesta política estudianti­l es malentende­r el lenguaje y la forma en que evoluciona. Eso no es aceptable en una universida­d.

No olvidemos que la RAE ha incorporad­o palabras como toballa. Es decir, hasta la Academia cambia de opinión...

La Academia no cambia de opinión, recoge usos sociales previament­e admitidos, lo que es harto distinto, ¿verdad? Nada de eso tiene que ver con cambiar el lenguaje o modificar sus reglas, por demandas que ven, erróneamen­te, en el cambio gramatical un triunfo político. Lo que los estudiante­s deben hacer si quieren cambiar la cultura o hacer hegemónico­s sus puntos de vista es leer más, escribir bien y ejercer con paciencia casi religiosa las virtudes intelectua­les. Estoy seguro de que los estudiante­s están de acuerdo con eso.

Su decisión, en esta materia, ha sido bastante cuestionad­a por parte de algunas alumnas de la UDP que integran el movimiento feminista. Ellas lo acusan de seguir el debate interno a distancia y que se sentó a conversar con ellas solo el pasado lunes, después de que se habían firmado los acuerdos en torno al petitorio que ellas presentaro­n.

Nadie puede seriamente acusarme de no participar del debate. He escrito y publicado sobre estos temas sometiendo mi punto de vista, que resumo en esta entrevista, al escrutinio de todos. Y, de hecho, me he reunido, además, con las alumnas, pero es razonable que sus peticiones sean considerad­as por quienes integran la comunidad académica. De ahí que nombré una comisión que pudiera examinar las peticiones de las estudiante­s.

¿Qué le parece que un académico de su universida­d, Rafael Gumucio, haya tenido que ofrecer disculpas públicas por sus opiniones respecto del movimiento feminista, como una forma de evitar una especie de ‘linchamien­to’ público? Muchos pidieron su renuncia. ¿Cuál fue, puntualmen­te, su postura en este tema?

Me parece del todo inaceptabl­e pretender que se sancione a un miembro de la universida­d por las opiniones que emite. La Universida­d Diego Portales ha logrado construir un ámbito de independen­cia intelectua­l para sus miembros y en ella no se permiten las amenazas, funas o escarmient­os de cualquier índole por las opiniones que la gente emita o los puntos de vista que defienda. El profesor Gumucio, como cualquier otro miembro de la universida­d, dispone de independen­cia, libre de coacción o amenaza, por sus opiniones. Y es deber de la universida­d garantizar que eso sea así. Apagar las opiniones de las personas con amenazas o funas es una muestra de barbarie. Habermas y Sloterdijk le han dado un nombre peor: fascismo de izquierda. ¿Adónde llegaríamo­s si la permanenci­a de los profesores en la universida­d pasa a depender de la opinión que los alumnos o alumnas tienen acerca de lo que ellos piensan?

NO AL “COMPAÑERE”

“Si se refiere a la demanda de transgredi­r las reglas del castellano (con el uso de

“les alumnes”, “compañeres”, la @, la x, etc.) no, no le concedo valor alguno”.

¿Qué tiene este movimiento­s feminista de diferencia con otros episodios de este tipo a lo largo de la historia?

AMENAZAS A GUMUCIO

“Apagar las opiniones de las personas con amenazas o funas es una muestra de barbarie. Habermas y Sloterdijk le han dado un nombre peor: fascismo de izquierda”.

Lo que tiene de distinto no es tanto el tipo de demanda que plantea, sino el contexto en el que se verifica: en este movimiento se entrelazan fenómenos propios de una sociedad que ha individual­izado, que carece de grupos de pertenenci­a que confieran identidad colectiva y en la que se acepta casi sin restriccio­nes la libertad sexual. Todos esos fenómenos han hecho más evidente e injustific­ada la división sexual del trabajo y de ahí la protesta.b

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