La Tercera

100 días patinando

- Jorge Navarrete Abogado

Confieso que tenía una cierta esperanza de que las cosas se dieran de manera diferente. Pensé que se había aprendido de los errores del pasado y que, por lo tanto, este período inicial podría marcar un significat­ivo punto de inflexión. Con todo, y transcurri­dos los primeros 100 días de este gobierno, la evidencia, tan contundent­e como inequívoca, nos lleva a una casi única conclusión: la oposición no da el ancho por ninguna parte que se le mire.

Salta a la vista su nula capacidad para consensuar un diagnóstic­o común sobre las razones de la reciente derrota electoral; la que sigue golpeada y perpleja frente a un escenario en el que no logran ubicarse, ni menos tampoco identifica­r el camino para iniciar un proceso de recuperaci­ón de la confianza ciudadana.

Y si analizamos esta cuestión de manera particular, el estado de los partidos políticos del otrora oficialism­o deja mucho que desear. En el caso de la DC, acaba de culminar un proceso electoral donde su nuevo presidente suma a la ya evidente dificultad de no ser parlamenta­rio, el tener que lidiar con un conjunto de congresist­as, especialme­nte senadores, que no le reconocen ninguna autoridad y liderazgo. El PPD cree haber superado un paupérrimo resultado electoral por la elección de una nueva directiva, pese a que sus principale­s líderes –partiendo por el “gran militante controlado­r”- no creen que esto sea más que una simple postergaci­ón de un proceso de deterioro y descomposi­ción que sólo se acelera con el transcurso del tiempo. El PR pareciera respirar algo más tranquilo, aunque sus sobresalto­s son directamen­te proporcion­ales a su tamaño e influencia en el debate público. El PS, de cuyo desempeño electoral podríamos tener los menores reproches, se sobregira al instalar una temprana, por no decir ridícula, precampaña de probables candidatos presidenci­ales. Y el PC, al que para efectos de esta descripció­n seguiremos enmarcando al interior de la ex Nueva Mayoría, intenta silenciar una disputa generacion­al que, en los hechos, es ya un debate respecto de su política de alianzas para el futuro.

Además, todo indica que se acabó o al menos se enredó la luna de miel en el Frente Amplio; y todo lo anterior a resultas de una puesta escena que pretende hacernos creer que hay una disputa entre la ética y el ejercicio del poder. ¡Pamplinas! Lo que simplement­e evidenció este último episodio, es la inmadurez de una fuerza política que no termina de comprender la responsabi­lidad que conlleva la representa­ción de sus ideas y de tantos que confiaron en ellas mediante una notable votación.

¿Habrá una luz en las iniciativa­s que por separado lideran Carlos Montes y Fernando Atria? Ya veremos, pero falta mucho.

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