La Tercera

Instalació­n del gobierno, acorde a los nuevos tiempos

- Bettina Horst

Ya en el cuarto mes de gobierno, aún se escuchan críticas respecto de la instalació­n del mismo. Que ha estado lleno de errores, debiendo revocar algunos nombramien­tos, y que en regiones la instalació­n ha sido lenta. Así, cabe preguntars­e, ¿se deben estas críticas a frustradas expectativ­as de ciertos sectores políticos por no haber aumentado su cuota de poder en determinad­as regiones del país? o bien, ¿se trata de una preocupaci­ón genuina en cuanto a que el Estado ha dejado de proveer determinad­os bienes y servicios a la ciudadanía por falta de nombramien­tos? Dichas críticas pudieran ser válidas en caso que se trate de lo segundo, pero lamentable­mente se trataría más de lo primero.

Pero, ¿qué ha pasado con el proceso de instalació­n más allá de la casuística y los casos de amplia cobertura periodísti­ca?

Al asumir el nuevo gobierno, éste debió enfrentar el nombramien­to de casi 2.000 funcionari­os de exclusiva confianza. Además de los 23 ministros y 33 subsecreta­rios, debió designar cargos diplomátic­os, intendente­s, gobernador­es, seremis y jefes de división de Subsecreta­rías, entre otros. Estos cargos de exclusiva confianza ascienden a 761. A la fecha, en menos del 4% han tenido inconvenie­ntes, cifra que está en línea con las mayores exigencias que se ha impuesto desde el gobierno y la ciudadanía.

Los restantes 1.222 cargos, son aquellos que si bien son de exclusiva confianza deben ser provistos por medio de la Alta Dirección Pública (ADP) luego de un concurso público. 125 cargos correspond­en a jefes de servicio y 997 a cargos de II nivel, de dependenci­a directa de los jefes de servicio.

A la fecha, en estos cargos sólo se han nombrado 10 jefes de servicio y 16 cargos de II nivel. Es decir, de los 1.222 cargos que deben ser provistos mediante la ADP, sólo 26 correspond­en a funcionari­os asumidos después del 11 de marzo, el 2% de los cargos. Se han mantenido en gran medida a las personas que fueron designadas por el gobierno anterior. Ello pudiera ser más notorio aún en regiones, donde los directores regionales de los servicios públicos –y que en gran medida correspond­en a cargos que deben ser provistos por la ADP- son una cara visible e importante del Estado.

Fue precisamen­te la reforma legal de 2016, apoyada por todos los sectores políticos, la que llevó a que la instalació­n del gobierno en los cargos nombrados por la ADP no sea en forma inmediata al asumir, sino que después de un proceso de evaluación y eventual remoción de los funcionari­os en esos cargos y luego de un concurso.

Con todo, la buena noticia es que las críticas al proceso de instalació­n del nuevo gobierno no tienen que ver con el desarrollo de las tareas que le son propias al Estado, sino más bien al nuevo contexto legal y exigencias propias de una ciudadanía más empoderada.

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