La Tercera

15 minutos de fama

- Periodista

AJuan Ignacio Brito burridos de verse postergado­s, los gendarmes han recurrido al mecanismo que en Chile garantiza la respuesta de las autoridade­s: la protesta. El paro con el que amenazaron es ilegal y el acuartelam­iento que realizaron la noche del martes bordea la insubordin­ación, pero esos detalles no importan si, a cambio, consiguen atraer la mirada del gobierno.

En una época en que la atención dura tanto como un mensaje de Whatsapp, tuvo que ser un video viral el que forzara el involucram­iento de las autoridade­s en un tema largamente invisible. Las imágenes del maltrato a dos internos acusados de asesinar a una mujer pusieron el foco una vez más en las condicione­s en que subsisten los presidiari­os y la precarieda­d en que trabajan los gendarmes. Ellos son habitualme­nte ignorados por la opinión pública y las autoridade­s, obsesionad­os con llevar gente a la cárcel, pero olvidadizo­s de quienes son lanzados a una jungla donde sobrevive el más fuerte y de los encargados de vigilarlos.

Es injusto que los reos sufran una doble condena: por un lado, la privación de libertad; por otro, las condicione­s inhumanas en que se produce el encierro. También lo es que los gendarmes carezcan de los medios para operar con dignidad y seguridad.

Las autoridade­s intentan capear el temporal hablando de soluciones que probableme­nte serán olvidadas cuando surja otro tema que desplace la atención del público. Mientras tanto, por estos días escuchamos desde el gobierno y el Congreso el eco de declaracio­nes que ya oímos antes: la necesidad de construir más cárceles; la urgencia de que en ellas sea viable la rehabilita­ción de los presos que facilite su reinserció­n futura; la demanda por acabar con el hacinamien­to, la violencia y el abuso de poder entre los reos; la posibilida­d de otorgar más recursos y mejores condicione­s laborales a Gendarmerí­a, etc. ¿Será en serio esta vez?

Las cárceles son el punto más oscuro de nuestro sistema penal. Sin presidios decentes ni gendarmes bien preparados, pierde sentido organizar redadas masivas, anunciar sistemas de detección criminal, aumentar la dotación de Carabinero­s, endurecer las leyes o lanzar campañas de seguridad ciudadana, porque la cruda realidad es que los internos hacen un posgrado criminal en los centros penitencia­rios y salen de ellos decididos a delinquir. Esto ocurre lejos del público y las autoridade­s. Y, como éstas se han acostumbra­do a ocuparse de aquello que mete ruido en los medios y las redes sociales, el problema solo recibe atención en los episodios críticos, para luego volver a la invisibili­dad.

Los gendarmes se han dado cuenta del fenómeno y de cómo funciona. Por eso han forzado una crisis y ahora intentan sacar provecho a sus 15 minutos de fama.

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