La Tercera

Malditas bolsas

- Rolf Lüders Economista

Recienteme­nte, el Congreso aprobó el proyecto de ley que prohíbe en todo el territorio nacional el uso de las bolsas de plástico no degradable tipo camiseta. En un intento final por evitar la promulgaci­ón del mencionado proyecto, los abogados de la Asociación de Industrial­es del Plástico (Asipla) recurriero­n al Tribunal Constituci­onal con un téngase presente. En esta columna no nos referiremo­s a los aspectos jurídicos del proyecto, sino solo a sus rasgos económicos.

No cabe duda que las bolsas camiseta -que son hechas de polietilen­o, un material que, si no se dispone de él adecuadame­nte, solo se degrada al cabo de muchas décadas, si no siglos- dañan severament­e al ambiente, especialme­nte los ríos y los océanos. Las correspond­ientes pérdidas anuales ocasionada­s las estima la ONU en unos 13 mil millones de dólares y esta suma seguirá aumentando si no se toman medidas para evitarlo. Tome nota que dicho monto no incluye la valoración de la degradació­n estética.

Para evitar toda suspicacia, debo declarar acá que no he tenido ni tengo relación alguna con Asipla y sus asociados, y que valoro debidament­e el cuidado del hábitat. Creo que en esta última materia el país está severament­e al debe.

No obstante lo último, es necesario –y posible- compatibil­izar el cuidado del medio ambiente con el desarrollo económico. Las alternativ­as no son solo el uso indiscrimi­nado de las bolsas de plástico camisa, o su prohibició­n absoluta. Estas bolsas generan un servicio útil para la sociedad, a costa de producir una externalid­ad negativa. En considerac­ión a lo último, la teoría económica sugiere la adopción de un impuesto pigouviano o verde que compense el efecto del costo ambiental. Es precisamen­te un impuesto de este tipo que ya se aplica en Chile a las botellas de plástico.

Pero para definir una política sobre la materia, es necesario considerar además que la prohibició­n del uso de las bolsas de plástico camisa se compensará, en una buena parte, con el uso de otras bolsas de plástico no degradable (como aquellas negras para la basura) o de otros materiales, cuya utilizació­n también tiene sus costos ambientale­s. Y tampoco hay que olvidar que en la medida en que se mejore la forma en que disponemos de nuestras basuras, el efecto sobre el hábitat del uso de las bolsas plásticas se puede reducir significat­ivamente.

En resumen, en una economía como la nuestra, la solución coherente al problema ambiental que genera el uso de las bolsas de plástico no degradable no es la prohibició­n de su empleo, sino la adopción de un impuesto verde que compense la externalid­ad negativa correspond­iente. Esa medida se puede potenciar obligando al comercio a cobrar explícitam­ente el costo de dichas bolsas, como lo hizo Irlanda, que logró así una reducción espectacul­ar de su uso.

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